cap. 21 - la niña de las cartas (parte dos)

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—Listo —Darren coloca la última rodaja de pan sobre la torre—, impresionante, ¿verdad?

Levanto mi rostro del cuaderno y con mi bolígrafo, picoteo su "obra de arte", que se resume en una torre de medio metro de pan de hamburguesa, provocando que dibuje una mueca horrorizada. Pero no se derriba, y su expresión cambia a una triunfante.

— ¡SOY ÉXITO! —Exclama con emoción genuina, arrancándome una carcajada porque se parece más un niño de doce años, que a un muchacho de veintidós.

—No, eres un fracaso. Tienes veintitrés años y estás haciendo castillitos de carbohidratos —apunta Mikaela retomando su atención en el trabajo de Méndez. Decido por un momento dejarla lidiar con el mismo, sólo para no ignorar más tiempo al chico.

— ¿Qué haces con todo ese pan después? —cuestiono con una mezcla de curiosidad y prejuicio: porque si me dice que lo desecha, procederé a destruir su torre. Y le obligaré a comérsela completa.

—Se lo doy a perritos de la calle —se encoge de hombros— porque una vez volví a meterlos en la funda de Will para que los reúse en su desayuno y casi me asesina...

— ¡Recuerdo eso! —Mikaela pierde la concentración con una facilidad envidiable, se rompe en carcajadas junto al rubio sin siquiera terminar la oración en la que estaba trabajando. Le arrebato la portátil para encargarme de ello.

—Por si acaso, los perros son carnívoros —menciono en voz baja.

Detrás de la narración de la anécdota que traumó a Darren, percibo pasos pesados provenientes de la terraza del departamento. Me remuevo en mi puesto algo incómoda ante la incógnita sobre quién podría tratarse. Después del comentario de Alessa Curt, las cosas se tornaron incómodas para mí. Respondí que efectivamente era yo la de las cartas, intentando no caer en su plan de humillarme. Para ser honesta no sé cómo fui capaz de comportarme con cortesía ante la mirada burlona que me echaba. Hizo un comentario sobre "ay, esto le va a encantar a Camille" que me dejó algo confundida, a pesar de que después comprendí a lo que se refería. Sin embargo, para huir de la situación, le avisé a Mikaela que debíamos avanzar en la monografía. De mala gana, aunque comprendiendo que era el momento adecuado, me arrastró a una mesa en la cocina, donde no nos molestarían. O eso creímos. Darren nos siguió como perrito y a partir de entonces, no ha abandonado nuestro lado. La verdad es que no me quejo, es gracioso y la mayor parte del tiempo no nos molesta. Me resulta divertido el contraste entre él en su modo "estoy trabajando" y el Darren de ahora.

—Qué responsable, señorita Owen.

Andrew aparece, su voz resuena soñadora cuando se dirige a mí. Toma una silla de la mesa y la acomoda a mi lado, aunque de tal forma en la que se sienta frente al respaldar y deja caer sus musculosos brazos sobre el mismo. Debo esforzarme por no alejarme de él ahuyentada, pero debes imaginarte que la reacción es casi involuntaria.

Con una sonrisa tranquilizadora, él hace un ademán hacia la pantalla del laptop. Volteo mi mirada hacia la misma, y me doy cuenta de que he llenado una página completa de "T" debido a la tensión con la que mis dedos cayeron sobre el teclado. Entonces el chico le echa un vistazo curioso a la majestuosa torre de hamburguesas, aunque sin sorprenderse demasiado.

—Está más alta que la última, Darr —opina al picotearla, causando que esta empiece a sesgarse de manera peligrosa—, uy.

— ¡NOOO!

Darren entra en pánico, intenta detener su balanceo mientras les dice "aguanten, mis pequeñas, no vayan hacia la luz".

— ¿Puedo hablarte? —Murmura Andrew concentrándose en mí.

Lánzame Un Último Beso (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora