cap. 43 - el reto

295 30 27
                                    

Cuando Dallas dijo pequeño y tranquilo, le creí. Tal vez no debí hacerlo. Tal vez debí haberle aventado un diccionario en la cabeza. ¿Quizás aún puedo hacerlo?

—La mitad de la ciudad está aquí —protesto llegando acalorada. Corrección, tenía frío hace un minuto, sin embargo, apenas me bajé de la moto de Ian e ingresé a la casa del anfitrión, mi cuerpo fue bienvenido por una oleada de calor.

—Dallas puede ser un loser, pero es bastante popular también.

Hay gente joven por doquier, con vasos de plástico rojos en la mano y sonrisas bobaliconas en el rostro. Debe ser efecto de la relajación de sus músculos fiesteros. Su euforia es contagiosa, siento que la adrenalina comienza a correr por mis venas con aceleración, generando una sensación confusa que no sé si se debe a emoción o miedo. De cualquier manera, la energía es diferente a la de aquella reunión en la casa de Marina, donde me reencontré con Andrew por primera vez después de tanto tiempo. De ese lugar yo sólo quería salir corriendo.

—También creo que hay desconocidos colados —su cuello se tensa ligeramente, entonces gira su rostro hacia mí tan sólo un poco—. ¿Piensas beber?

Sacudo mi cabeza en negación, algo alterada por su pregunta. De inmediato me siento patética. Ni que fuera una niña chiquita.

—Bien —aunque pretenda esconderlo, noto que mi respuesta lo satisface—, sea como sea, mantente cerca. Nunca se sabe qué tipo de personas están aquí.

En respuesta, paso mis manos alrededor de su cintura para acercarlo a mí en un abrazo aparatoso. Levanta sus brazos como para evitar tocarme o corresponderme el gesto, y me lanza una mirada entre aburrida y confundida.

—¿Me estás cuidando? —lo molesto. Él rueda los ojos, aunque una de las comisuras de su boca, se inclina levemente hacia arriba.

—Se lo prometí a tu madre, y no pienso romper esa promesa.

—Ajá, entonces le tienes miedo.

Sus ojos se entrecierran en mi dirección. Me muerdo el labio ahogando una carcajada. ¿Qué decir? Adoro fastidiarlo.

—Eso no es verdad —se defiende con un bufido—. Lo digo en serio, procura no separarte demasiado.

—Okey, papi.

Eso lo hace quitar mis brazos de su cuerpo con brusquedad. Puede ser sólo mi idea, pero estoy casi segura de que la punta de sus orejas se enciende de un tono carmesí. Así que ahogo otra carcajada, muriéndome por conocer su rostro. No obstante, al segundo, gira sobre sus talones y queda frente a mí. Como siempre, mantiene todo bajo su control. Y no tengo un buen presentimiento debido a la sonrisa macabra que dibuja al momento de atrapar mi mentón entre sus dedos. No ejerce demasiada fuerza, pero sí firmeza.

—Eso es —musita observándome desde arriba—, sé una buena chica.

Soy incapaz de reaccionar debido a la manera en la que lo pronuncia. Mi cuerpo entero inicia un código rojo, es más, creo que ya ni eso sirve. Imploto antes de siquiera poder hacerlo. Ian, con una expresión entre divertida y satisfecha, suelta mi cara y agarra mi mano de forma tosca para guiarme entre la gente desconocida. Para mí todos son verdaderas incógnitas. No suelo salir a socializar demasiado. Ian tampoco parece ser de ese tipo de adolescente. Aun así, varias personas se acercan a nosotros a saludarlo. Según lo poco que alcanzo a escuchar —ya que sigo en estado de shock por cómo me llamó—, entiendo que son excompañeros de escuela. De antes que se vaya a Francia.

Me siento un poco celosa del hecho de que sea popular, no a grados tóxicos. Es sólo que el pensamiento viaja por mi mente. Y es que desde que llegó, casi que lo he tenido por completo para mí (incluso tenemos un saludo secreto, ¡superen eso!) y de cierta forma, creí que él era parecido a mí. Ahora, no es que tache a Ian de asocial ya que él en definitiva no es tan extraño al interactuar con otras personas como yo. Pero parece que no le interesa particularmente el conocer más gente. Así que debo admitir que a veces tiendo a sentirme algo superior al resto, por ser capaz de tenerlo conmigo la mayor parte del tiempo. Como amigos, por supuesto. Y soy culpable, es probable que esté desarrollando cierto apego hacia él, por lo general, cuando está cerca, me siento protegida. Y querida. Por ello quise salir corriendo con él cuando la situación se tornó incómoda con Andrew y sus amigos.

Lánzame Un Último Beso (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora