cap. 60 - el chico que jugaba básquet (parte tres)

225 36 18
                                    

—Me odia.

—Yo también te odiaría.

—¡Ian!

—¿Qué? Ni siquiera sé por qué te sorprende. Tú y tus amigos se la pasan humillándola, ¿qué es lo que esperabas? Si no lo hubieses hecho, ella no estaría tan a la defensiva.

Él estaba molesto. Desde el día de la fiesta en mi casa, su actitud había cambiado ligeramente conmigo. Aun así, era mi confidente. Así que, aunque me costó hacerlo, decidí contarle lo último que el idiota de William me había arrastrado a hacer. Porque literalmente me arrastró a ello. Me agarró de un brazo y me jaló en dirección de la chica, hasta hacerme caer sentado a su lado, donde empezó a atosigarla hasta que confesara que era la autora de las cartas y me declarara sus sentimientos a la cara. Pero ella sólo lo había observado con odio hasta que no pudo más. Se levantó, lo empujó con su hombro y le dedicó un "gilipollas" antes de irse. Creo que fue la primera y única vez que reté a William al respecto. Y poco después, me encontré con ella en la biblioteca.

—¡Oye!

Sus ojos, cargados de pánico, dieron conmigo. Se apresuró a escribir algo en su cuaderno. Jaló con tanta fuerza la hoja al arrancarla, que recibimos malas miradas por parte de los demás. Cuando se levantó de la mesa, colocándose rápidamente la mochila sobre su hombro, también casi olvidé que estábamos en una biblioteca.

—¡Espera!

—¡Shh! —por lo cual, recibimos una regañina.

Ella guardó todo en su mochila, excepto esa hoja. Que cuando me crucé en su camino, la extendió. Sin decir ninguna palabra.

—Oye, respecto a lo que pasó hoy...

No pude terminar. Dejó el papel arrugada sobre la mesa que nos separaba y salió de la biblioteca. La abrí como desquiciado, desesperado por saber qué quería decirme con tanta premura que decidió entregarme la carta ella misma. Lo que encontré: "PENSÉ QUE ERAS DIFERENTE PERO NO ERES MÁS QUE UN IMBÉCIL PASIVO Y ARROGANTE".

Recordar esas palabras, junto a la expresión decepcionada en el rostro de Ian en la fiesta de mi casa, fueron los factores justos y necesarios para que la frustración me dominara. Le arrebaté la hoja de las manos —a Ian—, arrugándola entre mis dedos y la aventé al sucio piso de la cancha de básquet. Para pisotearla un par de veces más.

—Ya estoy harto de todo esto. Primero dice que me ama y luego que me odia. Que se busque a alguien de su edad para ese tipo de jueguitos, que yo no le voy a seguir la corriente en sus tonterías.

Mi arrebato logró que Ian relajara su semblante. De hecho, casi que me pareció que escondió una pequeña sonrisa. Aunque de inmediato retomó el ceño fruncido y se cruzó de brazos en actitud autoritaria. Maldito mocoso.

—¿Qué te cuesta decir un "hola" y un "chao"?

—No quiero ilusionarla —musité entre dientes.

Él lanzó una risa seca.

—Ah, ¿ahora recién te preocupas por ello después de haberte pasado todo el semestre jugando con sus sentimientos?

Me quedé en silencio. Lanzándole una mirada asesina que lo obligó a resoplar.

—Escucha —su tono de voz se tornó conciliador—. No te digo que le coquetees, sólo ten la decencia humana básica. No deberías dejar que la traten así.

—Ian, yo no pedí que me enviara estúpidas cartitas de amor. Yo no se lo pedí. Así que tampoco le debo nada.

Sus ojos perdieron cualquier atisbo de calidez y comprensión. Y lo único que se atrevió a responder, fue:

Lánzame Un Último Beso (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora