cap. 23 - creo que no tienes de otra (parte dos)

329 32 15
                                    

—Hola —arrimada sobre mi taquilla, una Marina con cara de pocos amigos me observa planamente—, ¿cómo te fue ayer?

Mis mejillas se enrojecen a la misma velocidad que en su rostro, se dibuja una enorme sonrisa burlona.

—Lo tomaré como que tuvieron una intensa sesión de charla en su auto —me guiña el ojo.

Oh no, no.

—Vamos a comer algo y me lo cuentas todo, yo invito. Aunque deberías hacerlo tú por haberte guardado todo el bardo para ti solita —hay algo extraño en su tono, no sólo es un reproche, sino que parece esconder algo detrás del mismo. Aunque también existe la posibilidad de que sólo sea mi culpabilidad buscando tiburones en una pecera. De hecho, esta última opción es la correcta, lo sé cuando ella se vuelve curiosa hacia mí debido a mi silencio y me lanza una mirada sospechosa.

—Estoy segura que te desilusionaré con lo que te contaré, pero como quieras —me apresuro a responder.

—No me quites la emoción tan pronto, niña.

La sigo mordiéndome el labio inferior para ahogar una risa. De verdad tiene las expectativas demasiado elevadas con respecto a la situación entre Andrew y yo, así que tendré que decepcionarla pronto.

Finalmente es viernes. Me subo al auto junto a ella y respiro en paz cuando me comenta que Lauren y Paula tenían que quedarse a detención porque las encontraron fumando un cigarrillo en hora del descanso. Nunca deja de sorprenderme cómo es que Marina siempre se salva de aquellos castigos, especialmente porque sé con certeza, que siempre está involucrada en cada "travesura" que esas dos hacen. Entre risas y comentarios sobre mis nervios la noche anterior, al haber visto a Andrew en la puerta de mi casa, llegamos a un puesto cercano de hamburguesas y helados.

—De verdad debiste haber visto tu rostro, Lily —se burla la chica en el momento que nos acomodamos en una mesa alejada de la puerta principal—. Empalideciste y parecía que te habías quedado muda, de repente. ¡Me diste vergüenza ajena!

—Qué horror —me cubro el rostro con pesar—, no sabía cómo comportarme, quería ser amable, pero con lo inquieta que me sentía, era imposible.

—Lo noté. ¿Por qué estabas tan nerviosa? —pregunta dándole un sorbo a su bebida verde con desinterés—. Sí es guapo, pero no es para tanto ¿o sí? ¿De dónde se conocen?

La vergüenza me invade cuando estoy pronta a responder eso, así que recuesto mi rostro sobre la mesa para esconderme en la medida de lo posible.

—No vas a creerme... ¿Recuerdas que te conté sobre ese chico al que le enviaba cartas hace muchos años?

—Ajá. ¿Qué con ello?

—Era él. Andrew Huard.

Su sorpresa no es tan grande como esperaba, la muestra de asombro dura un par de segundos antes de convertirse, de nuevo, en una expresión de diversión. Marina se rompe en carcajadas.

—¡Qué mala suerte la tuya!

—Ya lo sé —lloriqueo—, el destino me odia. Primero me lo encontré en la casa de Mikaela cuando fui a hacer un trabajo con ella, después coincidimos en una biblioteca en la ciudad... Y hace un par de semanas, lo volví a ver cuando continúe trabajando con mi compañera en ese deber.

—Pues, entiendo que te sientas avergonzada por lo patética que fuiste en ese entonces —bien, esa elección de palabras fue un gancho al hígado. Se me escapa una sonrisa tristona—, pero ¿por qué te comportas tan fría con él? ¿Estás intentando compensar la dignidad perdida o algo así?

Lánzame Un Último Beso (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora