Capítulo 8

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—No hacía falta que me trajeras esto —le digo a Maya quien me trajo de comer.

—Pues claro que debía si no puedes caminar... y tampoco debes —lo último lo dice como si me estuviera regañando.

—Si, mamá —bromeo.

—Que graciosita —las dos nos reímos.

Llevo desde ayer acostada en esta cama sin poder levantarme, ni siquiera he podido ducharme, ew. Mi pie no ha parado de latir en toda la noche y todavía arde, y más cuando me cambio las vendas y me pongo la pomada. Pero bueno, es mejor eso a que se me infecte.

Maya me ha acompañado desde que me levante, corrección, ella me despertó y me trajo de comer. Le pregunte si tenía cosas que hacer y me dijo que no, pero en el fondo sé que las tiene. Me imagino que luego hablara con Jenifer.

Pero hay una cosa que no ha salido de mi mente desde que Jared salió de mi habitación anoche.

¿Por qué demonios me dio ese corto beso? Es algo que no le encuentro lógica, ni siquiera me conoce tanto ni yo a él. Pero debo admitir que no estuvo mal.

—¿En qué tanto piensas, Tanit? Parece que estas en otro mundo cuando piensas así —dice Maya sentándose en mi lado en la cama.

Fijo mi mirada en ella y sacudo mi cabeza, me coloco un mechón de cabello detrás de la oreja, el cual ahora está suelto.

—¿Qué? —pregunto.

—Sí, confirmado. Estabas en otro mundo.

—Solo estaba pensando.

—¿En qué?

—En... algo que sucedió ayer.

—¿Lo de tu pie? —pregunta arrugando las cejas.

—Sí, aun me quedo pensando en quien guardaría utensilios de cocina en una caja.— O en mesas de noche.

Aun lo que vi en el cuarto de André ayer por la tarde no sale de mi mente. Pero bueno, allá esta familia y sus cosas.

—Avanza y comete eso que se te enfría —dice y me hace un gesto con su mano.

—Si, si... ya casi no queda nada y yo soy de las que come lento —digo y una sonrisa aparece en su rostro.

—Me encantan tus ojos, Maya. Creo que no conozco a nadie que tenga los ojos de ese color. O puede que sí, pero no me acuerdo —le digo y ladeo la cabeza un poco.

—Eso mismo me dijo Fabi cuando me conoció. Oye, nunca me has hablado de ti —me dice y se acuesta boca abajo apoyando su barbilla en sus manos.

Frunzo el ceño.

—¿Cómo, que quieres saber?

—Pues, tu vida. Somos amigas o eso creo y quisiera conocerte un poco más. No sé... si quieres háblame de, por ejemplo, tu mamá, tu papá, si tienes hermanos o mejores amigos...

Mi papá, un sentimiento amargo recorre mi cuerpo al escuchar esas dos palabras.

—Y eso... ¿Me estas escuchando, Ta?

—Si —suelto un suspiro—. Si, es que no sé por dónde empezar.

—¿Tu mamá?

—Ok. Mi mamá se llama Cristina White. Somos muy unidas, pero desde que llegue aquí no la veo y me gustaría ir a verla porque ella está enferma, por eso quise este trabajo, para pagar sus medicamentos —digo y Maya asiente.

—¿Qué tiene? —pregunta.

—Los médicos no saben decir con certeza que es, pero sí que tiene algunas cosas mezcladas como el asma, sinusitis y una enfermedad en los huesos que no recuerdo su nombre.

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