Capítulo 49

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          Alina

  Suelto un suspiro y me paso las manos por el pelo despeinándolo. Me miro en el espejo que tengo en frente y me fijo en que el color natural de mi cabello ya está haciendo presencia.

Me toco las raíces suavemente y una pequeña sonrisa decora mi rostro. Hace mucho tiempo que no veo ese color en mi pelo.

Hace poco decidí dejármelo crecer y nunca más volver a teñírmelo. Que se joda André y también lo que me hizo firmar en contra de mi voluntad. Yo soy la única que puede decidir sobre mi vida y mis decisiones.

Observo mi costado, específicamente el tatuaje que yace ahí. Es una serpiente que va desde el medio de mis costillas hasta mi cadera. La recorro son el dedo y mi sonrisa crece aún más.

Este fue uno de los pocos tatuajes que se salvaron y lo agradezco. Este fue el primero que me hice, aún recuerdo cuando me desmaye por el dolor.

Una leve risa escapa de mis labios y me giro tomando mi ropa. Me la pongo y salgo del baño. Mi habitación está algo desordenada, pero no le doy importancia. La recojo después.

Eso es lo que llevas diciendo desde hace meses...

Me paralizo.... ay no.

Inhalo una profunda respiración y la suelto lentamente. No la puedo escuchar, tengo que ignorar...

¿A quién ignoras?

Muevo mis hombros para adelante y para atrás estirándolos.

Sacudo la cabeza con la intención de dejar de escucharla, pero hoy está muy exigente.

Escúchame...

Escúchame...

Escúchame...

Escúchame...

Cierro los ojos y camino hasta la puerta que empujo saliendo de mi habitación. Camino sin rumbo fijo tratando de ignorar a esa maldita voz en mi cabeza. Sé que puedo hacerlo; lo hago desde bastante tiempo.

Suelto una larga respiración por la boca y estoy tan sumergida en mis pensamientos que no me fijo que hay alguien frente a mí.

—Auch. —Escucho.

Miro al suelo y veo a Beth tirada en él. Ella se va poniendo de pie y lleva una de sus manos a su espalda baja.

—Lo siento. No te vi, Beth —me disculpo.

—Ah... no te preocupes —dice haciendo un gesto con su otra mano—. Todo está bien, solo me caí muy fuerte sobre mi espalda... me molesta un poco nada más.

—¿Segura que estás bien? —le pregunto.

Ella asiente.

—Sí —me mira a los ojos y arruga las cejas—. ¿Tú estás bien?

Abro la boca para decir que sí, pero ninguna palabra sale de mi ella. Hace días que no duermo ni como bien, es obvio que debo tener unas ojeras muy notorias y estar algo más delgada.

—Ehmm... sí... sí es solo que no he dormido bien en estos días. —Realmente no miento.

—Oh, ¿segura?

—Sí, no te preocupes —digo asintiendo.

Beth abre la boca para decir algo, pero una voz a nuestra derecha nos interrumpe.

—¡Beth! Ahí estas, te estaba buscando. —Es Keisha.

Ella llega hasta nosotras y se queda quieta al verme. Me dedica una hermosa sonrisa. Le devuelvo el gesto, pero ella arruga las cejas.

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