Capítulo 19

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  Me amarro las botas y me pongo mi gorro de lana roja en la cabeza. Son apenas las diez de la mañana y ya estoy lista para ir a ver a mamá. Una sonrisa crece es mis labios al pensar que la veré en poco tiempo. Levo ropa abrigada esta vez porque afuera el clima esta nublado y frio. Voy hasta mi cama para recoger mi teléfono y salir de mi habitación. Cierro la puerta con llave y me alejo de ella apresurando el paso. Mi emoción es mucho más grande que yo en este momento. Saludo a algunos de mis compañeros que me encuentro por los pasillos.

Hace tiempo no me acercaba a esta parte de la casa. La puerta principal me recibe y extiendo mi brazo para abrirla. El aire frio me golpea el rostro cuando salgo. Doy una profunda respiración bajando las escaleras. Camino hasta el ahora encargado del portón.

—Buenos días, ¿en qué puedo ayudarle? —me pregunta.

—Buenos días, solo vengo a mostrarle esto —digo y saco la pequeña tarjeta de mi bolsillo trasero—, La señora Blake me dijo que se lo mostrara para poder salir.

—Oh claro, le abro ahora.

—Gracias.

Segundos es lo que espero cuando el portón se abre. Lo cruzo y escucho cuando se vuelve a cerrar. Camino mirando a mi alrededor. Hay pocas personas caminando por las aceras. Algunas me dedican los buenos días y otras solo pasan de largo.

  Me adentro por mi calle y no paro de caminar hasta que veo a lo lejos mi casa. Suelto un suspiro y acelero más el paso. Me fijo en las flores violetas y amarillas que decoran la entrada de la casa, se nota que las cuidan mucho. Tengo la llave, pero prefiero tocar la puerta. Me fijo si el auto de Mar está por el área y sí. Está a unos pasos de donde me encuentro. Vuelvo a tocar, pero esta vez con más insistencia. El sonido de unos pasos capta mi atención. Escucho el sonido de las llaves moverse y, por fin, la puerta se abre dejándome ver a una Mar muy despeinada y con la cara llena de harina.

Ella se queda quieta mirándome fijamente, abre la boca para decir algo, pero nada le sale. No espero más y me acerca a ella rodeándola en un abrazo el cual tarda unos segundos en corresponder.

—¡Ay, Dios mío! ¡Estas aquí! —dice con emoción—. Te extrañe como no tienes idea, niña.

—Yo también te extrañe Mar.

—Dale pasa, estoy haciendo galletas para tu madre —dice mientras entro y cierra la puerta.

—¿Quién es, Mar?— Escucho a mi mamá, pero la voz no viene de su habitación. Al parecer Mar nota mi confusión.

—El dinero que nos has mandado ha sido más que suficiente para pagar los medicamentos de tu madre. Desde hace algunas semanas ha dejado la cama, ya puede caminar por su cuenta, pero se cansa rápido —me dice poniéndome una mano en el hombro—. Ve a verla.

Asiento.

—¿Mar? —la vuelvo a escuchar.

Ninguna dice nada, solo caminamos hasta la sala de estar. Mar va unos pasos delante de mí y ella entra primero que yo.

—¿Por qué no me dices quién es? —le pregunta mamá.

—Porque lo veras ahora —dice y entro en la sala.

La reacción de mamá es levantarse de un brinco del sofá y correr a mí como si no me hubiera visto en años. Rodea sus brazos a mi alrededor con fuerza y yo le devuelvo el abrazo con la misma fuerza.

—Cuanto te extrañe mi niña —dice con la voz llorosa.

—Mamá, por favor, no llores —le pido.

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