Capítulo 15

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Este capítulo puede llegar a ser un poco fuerte para algunos


  Desde pequeña en mi casa hubo violencia. Nunca supe lo que era ni tuve el amor de un padre. Odiaba mi casa más que cualquier otro lugar. A los siete vi, con mis propios ojos, como papá le pegaba a mamá en la cara y en otras partes del cuerpo múltiples veces... sin parar. Yo siempre me escondía debajo de la mesa y abrazaba a mi oso de peluche. Mi padre siempre estaba borracho cuando llegaba a casa por las noches. Siempre me pregunté por qué mamá se casó con él. Ella siempre me decía que esa era su forma de demostrarnos que nos quería y yo... y yo le creía.

  Hasta que un día, cuando cumplí diez años, llegué del colegio a mi casa y me lo encontré sentado en la sala de la casa viendo un partido de futbol en la tele. La sala estaba hecha un desastre, botellas de cervezas y cajas de cigarrillos por el suelo y la mesa. Mamá estaba en el trabajo a esas horas de la tarde. Di pasos silenciosos, o eso intenté. Porque él me escucho y se levantó del sofá y me miro. Su expresión seria me dio escalofríos y aprete los libros que tenía en las manos contra mi pecho. Él se rasco la poblada barba que tenía antes de dar pasos hacia mí. Yo temblaba de miedo en esos momentos.

—¿Papá? —dije antes de que me pegara muy fuerte en la cara. Me caí al suelo y los libros se esparcieron por este. Algunas lágrimas escaparon de mis ojos e intente levantarme, pero él me agarro del uniforme que llevaba puesto.

  Ese día me pego hasta que me desmaye. No fui al colegio casi por un mes porque mamá no quería dar explicaciones. Yo odiaba mi casa... odiaba a mi padre... y también a mamá por no hacer nada contra él. Hubo más y más golpes cada día, en el colegio daba la excusa de que me caí mientras me bañaba, pero los profesores me miraban de una manera muy rara.

Un día, por la madrugada, lo escuche llegar. Yo estaba en mi cama, arropada hasta la cabeza. Me hice bolita en mi cama deseando que no entrara en mi cuarto. Tenía los ojos cerrados, pero escuchaba todo. Pude escuchar los gritos de mamá en el otro cuarto. Llore toda la noche hasta quedarme dormida.

  Pasaron los años y yo fui creciendo. Mi cuerpo fue cambiando, me crecieron los senos, mis muslos se ensancharon. La mirada de mi padre sobre mí cambio drásticamente en esos años. Me miraba de una manera que me daba asco. Hasta que entendí sus intenciones. Decidí quedarme en casa de mi mejor amiga Laila para ese entonces, para sentirme más segura. Ella tenía dieciséis. No visitaba mi casa en lo absoluto, pero un día tuve que hacerlo. Tenía quince años cuando paso, lo que marco mi vida para siempre.

  Me fije bien en la hora, sabía que mi padre estaba fuera de la casa. De fiesta con sus amigos. Abrí la puerta de la casa y estaba totalmente a oscuras, no encendí ninguna luz. Camine hasta mi habitación y entre en ella, hasta las ventanas estaban cerradas. Encendí la luz de mi celular, no quería arriesgarme a que alguien, mi padre, viera la luz encendida.

No supe que hacer en los próximos segundos cuando vi a mi padre sentado en mi cama con su mirada fija en mí. Me paralice totalmente, no podía moverme. Sus ojos bajaron por mi cuerpo, mirándome. Me dio mucho asco. Di un paso atrás cuando él se levantó de la cama. Comencé a correr cuando se acercó demasiado a mí. Cuando casi llegue a la puerta, él me alcanza. Un grito bajo se escapa de mis labios.

—Shhh, mi niña. No tengas miedo. —Sus palabras me daban asco.

—Suéltame hijo de... —coloca su mano encima de mi boca antes de terminar la frase.

—Esa boca sucia —dice y me levanta del suelo colocándome sobre sus hombros. Pataleo e intento soltarme, pero se me hace imposible. Él va en dirección a mi habitación.

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