Capítulo 43

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  La luna decora el cielo oscuro. Con mi dedo voy contando algunas de las estrellas que logro visualizar.

Una...

Dos...

Tres...

Cuatro...

Cinco...

Siendo sincera... no son estrellas lo que estoy contando...



  Los rayos de sol me molestan en los ojos haciendo que me despierte. ¿Quién habrá dejado la cortina abierta? Un gruñido escapa de mi garganta e intento volver a dormir, pero se me hace imposible. Me rindo y me levanto poco a poco de la cama.

Me miro el brazo... aún tengo este molesto yeso. Voy a ir donde la enfermera para que me lo quite o haga algo. Bajo la cabeza y mis ojos caen en la cicatriz que ahora decora mi muslo; aún no está totalmente sana, se puede apreciar fácilmente que la piel alrededor de ella está irritada y sensible.

Me pongo de pie y camino hasta el baño donde me despojo de todas mis prendas. Me acerco al espejo de cuerpo completo y me observo. Aún quedan varios moretones por mi abdomen y pecho, mis costillas se ven un poco notorias, necesito comer mejor.

  Estiro mis brazos, con cuidado, y mi espalda. Siento una pequeña molestia en el muslo, pero no le doy importancia. Entro en la ducha y la abro. Intento que el agua caliente no moje el yeso, mi cabello se pega a mi frente y el vapor empieza a inundar el lugar con el pasar de los minutos.

Después de terminar de ducharme, salgo del baño y camino hasta el armario de Jared con solo una toalla alrededor de mi cuerpo. Abro las puertas de par en par y entro en él. Rebusco en las gavetas algún calzoncillo que me pueda poner, pero antes de que lo logre escucho un silbido a mis espaldas.

Me quedo quieta por unos segundos, pero luego me giro y encuentro a Jared recargado de la pared con los brazos cruzados sobre su pecho. Una sonrisita pícara se dibuja en su rostro cuando pasa sus ojos por mi cuerpo.

Una risa escapa de mis labios y vuelvo a rebuscar en la gaveta.

  Escucho sus pasos acercándose y justo en el momento que encuentro un calzoncillo él me toma de la cintura. Suelto un chillido por la sorpresa. Él me gira haciendo que quedemos cara a cara. Sus ojos fijos en los míos. La misma sonrisa que decora su rostro aparece en el mío.

—Jared... déjame vestirme —le pido.

Él niego lentamente.

—Por favor —susurro cerca de su oído.

—Es la primera vez que te veo en toalla de cerca y me encanta —admite.

Siento como el calor sube a mis mejillas y un recuerdo llega a mi mente. El día que él entro en mi habitación... yo estaba en toalla cuando abrí la puerta del baño.

—¿Por qué entraste realmente ese día en mi habitación?

Él posa sus ojos en los míos y acaricia mi nariz con la suya. Suelta un suspiro antes de hablar.

—Ese día... intenté matarte... no entré por tu puerta, todas las ventanas de las habitaciones de los empleados tienen una puerta oculta.

Alzo las cejas sorprendida.

—¿Y qué te detuvo?

—No lo sé, pensé que la atracción que sentía hacia ti era deseos de matarte, pero me equivoqué.

  Escondo mi cara en su cuello e inhalo su olor. Siento sus brazos rodearme y apretarme contra él. Me encanta estar con él, es como si me sintiera feliz, protegida, amada y... no sé; todas las cosas buenas que se puedan sentir. Es raro sentir esas cosas cuando acaba de decirme que intento matarme, pero no me importan. Ya pronto seré tan loca como ellos.

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