28. Eres un monstruo

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— Damon – susurro.

No muevo ni un solo musculo con temor a que la hojilla me corte, no respiro y ni siquiera parpadeo. Su mano aprieta mi cuello con más fuerza y ahogo un jadeo, mis uñas se clavan en su piel pero no parece afectarle. Me recorre con la mirada una vez más y albergó la esperanza de que reaccione.

Siento como si me presionarán la cabeza contra el piso, mis ojos arden y las lágrimas me nublan la visión volviendo a Damon una figura borrosa. Trato de respirar pero no lo consigo, no puedo tomar ni un solo poco de aire y comienzo a patalear para que me suelte.

No puedo verlo con claridad, mis ojos comienzan a cerrarse y la garganta me arde, pequeños puntos blancos comienzan a aparecer y de pronto me siento muy cansada. Cada golpe y patada que doy es menos fuerte que el anterior y mis brazos se rinden. Cuando creo que voy a morir asfixiada Damon me suelta y caigo al suelo.

Por un momento creo que no a terminado ahí y me arrastró lejos de él como puedo, espero un golpe, una patada en el estómago, lo que sea, pero jamás sucede y me enferma la idea de desconfiar de él, de tenerle miedo. Me llevo las manos al cuello cuando siento el dolor extenderse. Tomo bocanadas de aire y mi visión comienza a aclararse.

Lo escucho moverse detrás de mi y me giro sobre mi cuerpo quedando boca arriba para mirarlo, me apoyo en mis codos para arrastrarme con ellos y entonces mi mirada se encuentra con la suya. No es la misma mirada maliciosa, ya no parece tan seguro de hacerme daño... Hay terror en ellos.

— Lo siento – susurra y a penas y lo escucho.

Da un paso hacia mi y mi cuerpo reacciona por si solo, salto hacia atrás sobre mis codos y me golpeo la espalda contra la cama detrás de mi, sus ojos se abren por la sorpresa y el mismo paso que dio hacia mi lo da hacia atrás manteniendo toda la distancia que puede entre nosotros. Suelta la navaja en su mano dejándola caer al suelo y alza las manos.

— Lo siento, lo siento mucho, Amber, yo...

No termina de hablar, es como si no encontrara las palabras adecuadas que decir. Mi pecho sube y baja con cada inhalación que doy, la garganta deja de arderme y comienzo a respirar mejor, sin embargo mi cuello aun duele.

Parece aterrado por mi o no se bien si es por él mismo o por lo que pudo hacerme pero parece que va a darle algo en cualquier momento. Aplano los labios y mis manos se aferran al suelo de madera bajo mi cuerpo antes de tratar de levantarme. Damon da un paso hacia mi pero retrocede, no sabe si acercarse a ayudarme o mantenerse lejos de mi.

— Estoy bien – murmuró.

Una parte de mi quiere huir, correr lejos de la cabaña y luchar por mi vida pero la otra entiende porque a hecho lo que a hecho, estamos hablando de su única hija, hija que está en mano de los mismos monstruos que nos metieron aquí y nos obligan a todos a asesinarnos los unos a los otros.

— Amber...

— Estoy bien, Damon.

Me recorre con la mirada de arriba abajo para asegurarse de que estoy bien. Mi cuello duele y me es inevitable llevarme una mano hacia dicha área, algo escurre entre mis dedos y me paralizó, las alarmas se encienden dentro de mi cabeza y todo parece ir en cámara lenta, como si pasara a través de un filtro.

Hay sangre entre mis dedos, no es mucha pero ahí esta.

— Joder, Bambi, lo siento mucho.

Acorta la distancia entre nosotros pero no me toca. Parpadeo un par de veces asimilando que es lo que esta pasando. Me corto con la navaja pero no fue lo suficientemente profundo como para cortar algo importate.

RESILIENCIA #1 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora