22. El ciervo bebé y ellos

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Abro los ojos tan pronto siento la calidez del sol en mi piel

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Abro los ojos tan pronto siento la calidez del sol en mi piel. Me muevo en la cama hasta estar más cómoda y darle la espalda a la ventana para seguir durmiendo. Por primera vez quiero quedarme en la cama y no hacer nada pero el ruido fuera de la cabaña parece no querer colaborar. Gruñó y me levanto frotando mis ojos con mis dedos.

Estoy completamente sola y no me extraña en lo más mínimo, sobre la otra cama hay una muda de ropa y frunzo el ceño de inmediato. ¿Ropa? Ni siquiera sabía que disponíamos de ella hasta ahora. Aprieto los labios cuando se me cruza por la cabeza que uno de Los Siete la trajo para mí sin que nadie se diera cuenta.

Bajo de la cama y un escalofrío me recorre el cuerpo cuando mis pies descalzos hacen contacto con el suelo. Es una camisa manga larga de color rojo y unos jeans bastante desgastados. No me quejo pero me extraña tener que ponerme ademas de la camisa de Damon. Me muerdo el labio inferior y recorro una vez más la habitación con la mirada en busca de él.

Ni siquiera note cuando se fue o cuando me quedé dormida. Solo se que lo bese y que él luego se apartó diciendo que debía descansar, me negue pero tan pronto como me recosté en la cama junto a él hablando de cosas triviales de su vida me quedé dormida.

Suspiro y me quito la camisa, me sorprende que la herida en mi brazo ya no duela tanto e incluso me tomo mi tiempo para mover mi brazo tanto como puedo para saber que tanto puedo hacer con él sin que me duela, a diferencia de la herida de mi pierna. No es un dolor insoportable pero al menos ya puedo caminar tranquila. Me cambió tan rápido como puedo cuando las voces fuera de la cabaña se hacen más claras.

Pará cuando salgo el sol me da de lleno en el rostro, la calidez que me da me hace cerrar los ojos y disfrutar de ella como si solo lo pudiera tener una vez en la vida.

— ¡Buenos días! – chilla Apriel.

Abro los ojos y la observó al otro lado de la calle, alza su mano por encima de su cabeza y me saluda con ella mientras me sonríe de oreja a oreja. No entiendo como es que puede vivir tan animada.

— Buenos días – murmuró bajando los escalones.

No me dice nada más, cosa que a decir verdad me hace sentir extraña porque esperaba que mantuvieramos una conversación. Camina en dirección contraria a mi, hacia dos mujeres que la esperan. Cada una lleva algo de ropa en sus manos lo que me hace pensar que van a lavarla o algo así.

Busco con la mirada a Damon y me preparo mentalmente para no encontrarlo. Alguien se ríe detrás de mí y se aclara la garganta. Damon esta sentado en el suelo del porche con un vaso en su mano lleno de whisky como siempre.

— ¿Me buscabas? – Sonríe.

Finjo qué no entiendo lo que dice y me siento a su lado mirando la calle y las pocas personas que pasan de vez en cuando.

— Pensé que ibas a desaparecer como todas las mañanas.

Se ríe y deja el vaso a un lado de nosotros.

RESILIENCIA #1 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora