30. Su propia purga

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Estoy acostumbrada a levantarme y estar sola, que Damon desaparezca y reaparezca luego de unas horas pero cuando despierto me siento abandonada

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Estoy acostumbrada a levantarme y estar sola, que Damon desaparezca y reaparezca luego de unas horas pero cuando despierto me siento abandonada. Como si acabaran de usarme y largarse.

En cuanto me muevo sobre la cama me arrepiento, cada musculo de mi cuerpo duele pero el dolor es agudo entre mis piernas. Me muerdo el interior de la mejilla y me visto ignorando la punzada en mi pecho, lo unico que encuentro de él es su camisa, esta tirada en el suelo junto a la mia. Se me ocurre ponerme su camisa pero no creo que sea apropiado, una parte de mi lo ve como algo inadecuado, algo estúpido. Meneo la cabeza y salgo de la cabaña colocandome mi camisa. April es la primera en hacer acto de presencia, aparece delante de mi puerta con una sonrisa de oreja a oreja.

— ¡Buenos días! – chilla y la miro de reojo.

— Hola, April.

Una parte de mi extrañaba su voz chillona y la alegría que la rodea, es como si al estar a tu lado también te contagiara de ella. Me toma de la mano y tira de mi para que bajemos las escaleras, la miro por encima de su hombro, también parece feliz de verme. A unos metros de mi cabaña estan sentados algunos de los nuevos.

Me detengo en seco cuando los cuento. Hay solo tres, dos mujeres y un hombre. Giro sobre mis pies buscando a los demas pero solo encuentro a un hombre más sentado en el porche limpiando un arma.

¿Que demonios? ¿Qué paso con los demás? Juro que ayer ví a más personas, no solo a tres.

— Murieron – dice April como si acabara de leerme el pensamiento.

— ¿Que?

— El dia que desapareciste se mataron entre ellos.

Meneo la cabeza, es obvio que murieron. No sé cuánto tiempo estuve con Los Siete pero se que fue el suficiente como para que murieran casi todos.

— No me refiero a ellos. Anoche habían más personas y ahora solo hay tres.

Sabia que era cuestión de tiempo pero aún no me hago a la idea de que la gente muera asi como así. Su sonrisa desaparece un momento y me guia hacia el pequeño grupo que desayuna.

— Uno de ellos está con Damon – me informa – son nuevos en su mayoría.

Antes de siquiera pensarlo mi boca decide soltarlo.

— ¿Cómo es que tú sigues con vida?

Me arrepiento casi al instante de haber pronunciado aquello y no por la pregunta, si no por la forma en que lo dije.

— Damon me salvó – se limita a decirme con el mismo tono.

¿Damon la salvó? ¿Cómo que Damon la salvó? Siento una punzada en el pecho, una punzada de rabia y no me cuesta mucho en asociar aquella sensación con los celos. Creía que yo era a la unica a la que Damon se limita a a rescatar.

RESILIENCIA #1 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora