36. Pelusita

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— Entra por favor – me pide cuando las puertas del elevador se abren.

Entro sin decir nada y él me sigue presionando el botón de la terraza.

No decimos nada en el camino. Hace bastante que soltó mi mano pero aún siento el calor de su piel alrededor de la mía, me abrazo a mi misma y trato de apartar la sensación de mi pecho. Puedo escuchar mi pulso en mis oídos, la sangre bombeando a toda velocidad y tengo un nudo en el estómago.

Las puertas se abren y antes de salir vuelve a extender su mano hacia mi. La tomo y dejo que me saque del elevador con suavidad.

— ¿Te parezco familiar cuando tomas mi mano? – pregunta.

Trago saliva pero no le respondo por temor a lo que eso pueda significar. En lugar de encontrar unas escaleras y una terraza encuentro una casa. Un pasillo lleno de cuadros que en el fondo se que he visto antes, el suelo es de madera y se escucha música clásica en alguna habitación.

Caminamos hasta llegar a una sala de estar, donde hay una mujer bailando entre los sofás y susurrando la canción que suena. Viste un largo vestido rosa y tiene demasiados collares en el cuello. Parece una especie de hippie. El hombre de traje suelta mi mano y con suavidad presiona mi espalda baja para que me acerque a ella.

La mujer deja de bailar y le baja el volumen a la música.

— Te presento a Nadia.

La mujer me sonríe de oreja a oreja y se me mueve hacia mi con tanta suavidad que parece que estuviera volando.

— Que hermosa estás – susurra tomando mi rostro entre sus manos – me alegra tanto que este día haya llegado.

Frunzo el ceño y me aparto de sus manos para mirar al hombre de traje.

— ¿Este día? ¿De que esta hablando?

— Es momento de que sepas quién eres – me dice Nadia – todos hemos esperado por este día con ansias.

El hombre de traje hace un ademán con su mano y Nadia se mueve hacia la mesa junto a un pequeño sillón.

— Se que estás confundida pero pronto verás todo con claridad – dice mientras me toma de los hombros.

Aparto sus manos de mis hombros con rabia y doy un paso hacia atrás.

— ¿Quien eres?

En el fondo, muy en el fondo, hay una voz en mi cabeza que me susurra quien es, tratando de hacerse más fuerte y hacerse oír.

— Siéntate, pelusita – me pide Nadia señalando el sillón a su lado.

El apodo me hace un hueco en pecho y recuerdo con claridad su voz pronunciandolo y lo feliz que me sentía cuando me llamaba así. Mi mirada se dirige al hombre y de pronto ya no es el mismo que estaba conmigo en aquel pasillo. Ya no está serio, me mira preocupado, con los ojos brillosos.

— Tú – no termino de pronunciar otra palabra, se me atascan en la garganta.

— Siéntate por favor – me pide esta vez él y niego con la cabeza – pelusita, por favor, no quiero hacerte daño.

— Deja de llamarme así – ahogó un jadeo.

Entre Nadia y él se miran sorprendidos.

— Está recordando – suelta Nadia y ambos parecen entrar en pánico.

Sin más Nadia da dos zancadas hacia mi y me empuja hacia el sillón. Trato de levantarme pero hace todo tan rápido como puede, coloca una correa alrededor de mi torso impidiendo que me mueva y arrastra una silla antes sentarse delante mi.

RESILIENCIA #1 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora