04. Falta de decencia

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- ¡Dios, tardas una vida y la siguiente! - Grita del otro lado de la puerta

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- ¡Dios, tardas una vida y la siguiente! - Grita del otro lado de la puerta.

- Y tu no haces más que gritar.

Salgo del baño apagando la luz. Se aparta de la puerta con su mejor sonrisa y me mira de arriba abajo, la sonrisa se le borra. Se que no soy la mejor en cuanto a la moda, pero la mirada que me a dado me hace sentir mal.

- ¿Que demonios llevas puesto? - Ahoga un chillido horrorizado.

Me acerco al espejo de cuerpo completo, en mi opinión estoy muy bien. Son solo unos vaqueros y un suéter de lana que me regalaron en navidad, es cómodo como para pasar toda una noche viendo a idiotas hablar y beber. Richelle se coloca detrás de mí, no cambia su expresión.

- A mí me gusta - Hago un puchero.

- A mi no, cambiate, no iras conmigo asi a ninguna parte.

Bufo. Juro que no entiendo su sentido de la moda y el querer enseñarle a todo mundo a vestir como se debe, con los tonos de la semana o como sea que se diga eso, en esa parte puedo decir que soy ignorante. Me giro sobre mis pies para ir hacia la cama y guardar la ropa que hay ahí.

- No esta tan mal, deja de quejarte de cómo viste la gente.

- ¿Perdón? - Chilla tratando de que la mire -. Solo quiero que la gente deje de vestir como cajas fuertes.

Solo ellos saben la combinación.

Meneo la cabeza, más por evitar reírme que por estar en contra de lo que piensa. Es libre de pensar lo que quiera, de ser una fanática de esas cosas y adicta a las compras, pero en lo único que estoy en contra es que quiera hacer cambiar a la gente de opinión, cada quien tiene su estilo.

No me molesto en doblar la ropa, la guardo en el armario tal y como la he tomado.

- Ya vámonos, Richelle, hablas mucho.

Hace una mueca y vuelve a mirarme de arriba abajo. Tengo que tirar de su mano fuera de la habitación para que deje de cuestionar mentalmente como voy vestida. No me dice nada más y se dedica a cambiar de tema. Eso es algo que siempre me a gustado de ella, que puede hablar de cualquier cosa, incluso como se frabica una sabana.

Ambas vamos caminando hacia la fraternidad donde se realizara la fiesta. He ido a un montón con Richelle, a ella le gustan y yo voy porque por fin tengo la libertad que durante años quise. En el horfanato no había mucho, el pateó trasero - que vendría siendo la única libertad que vas a probar estando ahí - era un aco.

No está tan lejos, eso es lo único bueno, así que llegamos alrededor de quince minutos después. Hay gente fuera de la casa charlando con bebidas en sus manos, risas y humo de cigarrillos y una pareja sentada en un columpio en el porche que se besan.

Romance.

Hormonas.

Alcohol.

Y falta de decencia.

RESILIENCIA #1 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora