15. Variación de tamaño

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Actualidad...

Cuando tienes mil preguntas sin respuesta en la cabeza no sabes por cual deberías empezar para resolver el rompecabezas que se ha formado sin si quiera saber en tu mente. Sirenas, amor, viajes y mis propias emociones se arremolinan cuando el barco empieza acercarse a la costa contraria a Sanlúcar, ese sitio que tras las palabras de Samantha ya sé que oculta. Sirenas que van allí desprendiéndose de su vida, dejando atrás a su familia, todo por amor, por un hombre que no fue capaz de corresponder esa palabra tan fácil de pronunciar pero compleja a la hora de manejarla. No consigo pensar que ha llevado a Eva allí, si hace unos días la vi en una taberna y según mi tío ha estado persiguiéndome en la oscuridad que el mar la ha dado para así no ser vista por nadie.

Las primeras hierbas altas empiezan a tocar el barco mientras todos los marineros miran estupefactos por la neblina que se forma en la costa de esta orilla. Algunos se asoman para ver como el barco es frenado por la arena quedándose encallado ya que mi última orden ha sido dirigirnos rectos hasta este mismo punto. Si quiero encontrar a Eva recorrer este sitio con el barco bordeándolo sería una pérdida de tiempo por lo que la única opción que queda es andarlo, todo lo que se pueda de él lo andaré para cerciorarme de que no está aquí, pero no irme con la idea de que no busqué bien. Debo y tengo que encontrarla.

-Que sepas que Herrán no te ha quitado el ojo de encima- me murmura Gato dejando libre el timón.

Busco con la mirada al susodicho hasta encontrarlo apoyado entre los barriles de una de las esquinas donde se apoya mostrándose despreocupado. Sus ojos caen en mí y nos volvemos a desafiar una vez más con la mirada mientras el resto de la tripulación espera por una orden que les diga que hacer ante la situación en la que estamos. Gato baja para reunirse con el resto de sus compañeros dejándome solo en la parte más alta del barco sin contar las velas donde algunos son capaces de subir. Apoyo mis manos en la barandilla dejando caer mi vista sobre el trozo de tierra que tenemos a escasos metros para volver a mirar a los casi quince hombres que tengo esperando a que salga una sola palabra de mi boca.

-Nos vamos adentrar a pie, el barco quedará aquí- empiezo a ordenar firme mientras miro uno a uno para darles esa confianza-. Buscaremos cualquier cosa de valor que haya en este maldito sitio y después nos volveremos con un botín que todos envidiarán, pero que no se hable que fuimos unos cobardes que esperamos en la orilla a que las cosas pasasen.

-Capitán, ¿y el barco?- pregunta uno que intenta esconder su miedo.

-Se quedará aquí como he dicho, si tu pregunta es si alguien lo vigilará- callo mis palabras de negación al ver como suplica que le pida que se quede al acecho de cualquier mal-, tú y Pérez os vais a quedar aquí controlando que todo está bajo control. Confío en vosotros y espero volver y que sigáis aquí, porque no me abandonaríais a mi que puedo cruzar al otro lado sin problema, sino que dejaríais en tierra al resto de vuestros compañeros, así que cumplir bien vuestro papel que parece fácil pero la tentación está ahí.

Un murmullo se expande en la cubierta al oír mis palabras. Me mantengo en silencio esperando alguna pregunta más o algo que me avise que de los diez que quedan para bajar del barco están todos más que dispuestos hacerlo. Sin más dilación empiezan a bajar, uno a uno por una pequeña escalera de madera que han puesto para no tener que caer al suelo directamente. Con el barco vacío y solo Gato y los dos tripulantes que se quedan a cargo me asomo para ver cuanta cantidad de agua hay. Gato se asoma a mi lado y ambos nos miramos dudando si será capaz de cruzar ese pequeño estrecho sin tocar con sus botas el agua.

-¿Estás seguro?- pregunto poniendo mi mano en su hombro.

-Si, solo debo concentrarme en no sentirla y entonces todo estará hecho.

Serea, la tradiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora