Hace 1 año...
Despedirse de alguien a quien a penas acabas de conocer es duro, y más si en tan poco tiempo ha ejercido ese papel de padre que nunca has tenido por mucho que mi tío se esforzara ya que siempre estaba marcada por una línea invisible esa diferencia que me recordaba que era hermano de mi madre y no el padre que perdí en el mar y que esperé durante mucho tiempo y aún sigo esperando inconscientemente.
Fer me había confesado que no se encontraba bien tras la primera batalla con un barco inglés que casi nos cuesta la vida a muchos de nosotros, gracias a ella habíamos aprendido cosas importantes como eran los cañones que ahora teníamos puestos a los laterales del barco camuflados tras unas pequeñas compuertas de madera ya que llevarlos a simple vista era bastante llamativo para todos y nosotros optamos por las sorpresas así como también Gato había empezado ayudar a todos los que no eran capaces de desenvolverse con las cuerdas mejorando el sobrevuelo y el escondite que había costado varias vidas a otros tantos tripulantes. Entre nuevas técnicas y mejoras para el barco Fer se fue debilitando más y más hasta acabar rendido en su cama los últimos días de vida que le quedaban, el pañuelo de sangre en su mano y las gotas de sudor cayendo por su frente.
Hoy era el día que peor se encontraba y tanto él como nosotros sabíamos que este podía ser el último, era así cada día, viviendo con la idea de que quizás a la mañana siguiente nos despertásemos y no hubiésemos visto su último suspiro. Nunca había sentido la muerte tan de cerca sin ser mi alma la que buscase.
-Hugo- murmura humedeciendo sus labios resecos.
Apenas me he separado de su cama ya que siempre está dándome las últimas lecciones que le quedan por transmitirme, ojalá pudiese seguir haciéndolo durante mucho más tiempo porque por supuesto se quedan tantos secretos, historias y anécdotas sin contar que desearía poder saber para en algún momento inculcar yo a mis hijos o al futuro capitán del Ondina.
-No tengo mucho que contar hoy.
-Más bien no tienes fuerzas Fer- sonrío de lado sentándome a sus pies en la cama.
-Eso también podría ser. Sólo te diré que tengas cuidado- una tos fuerte, rasposa y doliente sale de su garganta manchando el pañuelo que agarra con fuerza en su mano.
-Es mejor que guardes fuerzas Fer, debes descansar- suspiro sonando tranquilizador como si hubiésemos encontrado alguna cura a su enfermedad.
-No, estoy harto de descansar Hugo. Yo moriré hoy pero necesito que antes sepas una última cosa muchacho- tan firme como suena me hace afirmar dejándole tiempo para posicionarse en la cama apoyando la espalda en la madera de detrás-. No te fíes de nadie, ni de tu propia sombra. En un barco pirata nadie es de fiar hijo.
-Pero...¿tu no lo hiciste?- pregunto confundido ante sus palabras.
-No, yo no confíe si quiera en quien fue mi mejor amigo en los años que serví en otro barco.
Sus ojos se cierran sonriendo con cada partícula de su ser y comprendo que habla del hombre al que siempre se refiere como el Curioso, el mismo al que conocí en su taberna y el cuál invitó a tantas rondas que la noche terminó yéndose un poco de madre. Era su mejor amigo y ahora comprendo esa felicidad que le rodeó al comunicarle que sería su sucesor y como una semana después de la pequeña visita seguía lleno de alegría. ¿Acaso fue una despedida porque sabía que estaba enfermo pero nadie lo sabía aún? Conociendo ahora que no ha confiado nunca en nadie lo vería bastante probable, ha vivido su último tiempo de vida como una despedida de todo lo bueno.
-Pero lo hiciste en mí contándome todo lo que sabías del mar y nombrándome tu sucesor- reprocho negándome a que sus palabras sean verdad.
-Lo siento hijo, pero no, otra vez no porque el que confió fuiste tú, quizás yo te estaba engañando, mintiendo para reírme de ti y es que no voy a nombrar a ningún capitán tras mi muerte por lo que confiaste y me duele decírtelo de nuevo pero nadie es de fiar, nunca confíes en nadie.
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Serea, la tradición
Novela JuvenilCuenta la vieja leyenda que las sirenas son seres que pocas veces se dejan ver pero cuando lo hacen debes atenerte a las consecuencias. Un cruce de miradas inadvertido, el roce tras el hundimiento del barco o cualquier cosa que te involucre con ell...