36. La fuerza

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Actualidad...

Recordaba cada uno de los despertares con Eva, eran los más bonitos que había tenido sin duda alguna ya que antes de conocerla el despertar era algo rutinario, ver a mis padres, salir a jugar con mis amigos y pasar el día en la calle. Después de Eva pocos despertares había tenido más que los breves en esas escasas horas que descansaba cuando Gato no me molestaba o los recuerdos me dejaban tranquilo acompañándome sin hacerme daño. De mis tres vidas me quedaba con la segunda, la que habían sido siete años pero sentía eternos y a la vez escasos para todo lo que quería haber pasado junto a ella. Por suerte ahora empezaba una nueva vida, una cuarta que era la continuación de la segunda como Eva solía decirme, en los libros está el volumen uno que es la introducción y donde te enamoras de los personajes y el volumen dos donde comprendes cada parte de ellos y aprendes a quererlos con las imperfecciones que les caracterizan.

Al abrir los ojos vi su cara apoyada en el brazo estirado debido a que su mano se encontraba agarrada a la mía tal y como recuerdo haberme dormido. Ese pequeño vínculo era el que me hacía saber que seguía junto a mí todo el rato. Estiro mi cuello para rozar mi nariz con la suya dejando un pequeño recorrido de besos por su brazo que la alerta dibujando en su rostro una pequeña sonrisa absurda aún con los ojos cerrados acortando el camino que nos separa para rozar nuestras narices en un tierno gesto de amor. Cuando abre sus ojos veo el azul bravío que tanto me gusta, ese azul que te atrapa y te engancha dejándote hipnotizado por momentos en la profundidad de la gran cantidad de tonos que se mezclan a la vez en algo tan pequeño.

-Buenos días- murmura mordiendo con ligereza su labio inferior.

-Buenos días sirenita- le devuelvo centrándome en su mirada.

-¿Estás mejor?

-Creo que sí, me da miedo moverme la verdad- confieso haciendo una pequeña mueca infantil.

Niega con la cabeza levantándose de la silla donde se encuentra para asomarse a la herida que debería estar más que curada según la palabrería de Melusina en la que hemos confiado un tanto a ciegas ya que yo me he dejado llevar por Eva y sus conocimiento pese a que Gato no estuviese de acuerdo con la idea. Recuerdo como introducía los dedos en mi herida y un escalofrío eriza toda mi piel que no tarda en acariciar Eva palpando los pequeños poros de mi piel con los pelos afilados hacia el techo.

-Tiene buena pinta la herida, tranquilo- un beso en el lado de la espalda que está sano me hace saber que esa sensación de mi piel le ha gustado-. Apuesto a que podrás andar tu solo, aunque con mi ayuda por supuesto.

-Entonces eso no es andar solo- me quejo en una risa divertida.

-Ya, tienes razón, pero ahora que parece recuperarse me niego que pase cualquier cosa que te precipite al vacío de nuevo.

Alzo mi cuello reclamando su mirada que cae en mi, sus ojos con los míos de nuevo juntos formando una sonrisa tímida. Me dejaré ayudar pese que esté deseando poder salir corriendo tirando yo de ella de este sitio para besarla en cada rincón de la casa de la playa que nos anhela, para poder hacer eso tendré primero que dejarme ayudar por ella. Hay veces donde yo ayudo y otras donde tengo que dejar que me ayuden sin miedo.

-¿Ya despertó?- pregunta Melusina entrando desde los dormitorios a la estancia donde se encuentra la mesa- Uy, pero que buena pinta tiene esa herida muchacho. Déjame ver bien.

Su mano helada vuelve a tocar mi espalda, remplazando la de Eva que era igual a meter la mano en el fuego de la hoguera. Toca directamente la herida haciendo que de entre mis dientes apretados se escape un pequeño ruido del aire con la saliva, no ha dolido, si quiera se parece a lo de ayer, pero el sentir ese frío directo en la cicatriz hace que mi piel se ponga en alerta quejándose sin motivo alguno.

Serea, la tradiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora