24. Perderle para encontrarla

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Hace 4 años...

-Hoy quiero ir contigo al mar- dice Eva apoyada en mi pecho.

-¿Mmmhmm?- murmuro con los ojos cerrados acariciando su pelo.

-Después de llevar un tiempo visitando contigo la ciudad y viendo la que es tu parte de la tierra creo que va siendo hora de que yo te enseñe la mía.

-Dijiste que no querías que volviese allí- mi voz choca con su cabeza cuando alza la mirada para encontrarse con mi rostro cansado.

-Si, y así es, pero te voy a enseñar a nadar por si vuelve a suceder lo de aquel día puedas intentar sobrevivir aunque yo no tardaría en llegar claro esta.

Sonrío abriendo los ojos para ver como se gira para apoyar su barbilla en mi pecho. Hoy habíamos decidido tumbarnos en la cama a dormir mientras escuchábamos al otro respirar ya que llevo un par de días con bastante ajetreo no solo en la herrería sino con los cuadros de Zulima la cuál se está convirtiendo poco a poco en una artista conocida de la zona o más bien lo estoy haciendo yo de cara a todos mientras que es ella quién plasma en los lienzos lo que piden. Tras el encuentro hace ya cosa de un año en su habitación con Eva se ha vuelto una íntima amiga de ambos aunque sin sobrepasar ese límite del secreto que nos une a nosotros. Muchas veces se queda junto a Eva hablando mientras yo reparto los cuadros, ambas adoran la mitología griega, Eva porque se la enseñaron en su casa debido a su descendencia de Tritón al contrario de Zulima que todo lo que ha aprendido tanto de la mitología como de la pintura o la escritura, ya que es una de las pocas privilegiadas de nuestra edad que sabe plasmar en papel sus palabras, se debe a su empeño por saber sobre ello y que en su casa no le han negado en ningún momento los conocimientos que adquiría poco a poco. Hoy había sido uno de esos días donde Zulima haciéndose pasar por una mera acompañante ha recorrido junto a mí de Cádiz a Málaga para hacer una entrega y preparar otras tantas, desde luego que me sentía agotado y en lo único en lo que he estado pensando todo el día ha sido en compartir este momento en la cama con Eva que parece enérgica de pronto.

-¿Te apetece?- pregunta ladeando su cabeza.

-Todo lo que sea junto a ti siempre me va apetecer.

Sonríe acercando su nariz a la mía mirándome a los ojos con intensidad. Hemos crecido y con nosotros nuestros sentimientos que han ido a más desde que nos dijimos el primer te quiero al te amo y compartimos momentos en esta casa acariciándonos no solo la piel sino el alma, pero siempre respetando ese punto donde sabemos que una vez lo crucemos no habrá vuelta atrás, aunque ya es difícil que la haya. Desde la primera mirada casi pude notar que no iba a ser capaz de controlar mis emociones con ella.

-Pues venga, que sino se hace de día- me murmura acercando sus labios a los míos.

Sonrío afirmando notando como su nariz choca con la mía ante ese leve movimiento y entonces me besa, un beso lento que une nuestros labios como tantas veces hemos hecho ya y aun así siempre parece ser una primera vez. La electricidad de ambos traspasándose de uno a otro y mi bello erizándose cuando su mano se posa en mi pecho para empezar a retirarse poco a poco con mis dientes tirando de su labio inferior con cuidado de no lastimarla.

No hacemos mucho ruido cuando nos levantamos de la cama pese a que no hay nadie hasta unos cuantos kilómetros de distancia. Salimos de la casa dejando la luna de la puerta iluminada por la vela y envuelta en el silencio que tanto nos gusta a ambos. Cuando estoy con Eva que el silencio sea quien mande en el lugar no me importa porque es un silencio cálido y reconfortante, al igual que una pausa en todo el desorden que se está volviendo el mundo con mayor velocidad ya que mi cabeza no para de crear nuevas historias, pensar en la muerte de mi padre más que en años atrás, cosa que probablemente se deba al ver a mi madre, como está apagada más y más con el tiempo pasando sobre ella como un remolino sin piedad. El silencio con Eva me produce calma, dejar de lado todo lo que me da vértigo centrarme en su rostro redondo con esa diminuta nariz de punta redonda acompañada de los enormes labios que muchas veces al unirse a los míos rompen con su sonoro ruido de las ganas que ambos tenemos por estar siempre así. Si nuestros labios pudiesen estar juntos para siempre sin duda los dos lo haríamos.

Serea, la tradiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora