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Cuando tienes una herida infectada que solo hace más que ir a peor sientes que tu vida pasa por delante tuya. Todos esos momentos que has vivido desde que tienes uso de conciencia empiezan a pasar por tu cabeza como si fuese una recolecta para llegar al final. Veo lo bueno, reconozco la cara de Eva en todos esos momentos marcados por una chispa de tono azul ya que para mí la felicidad es azul, tiene los ojos de un tono marino y su ropaje es como el cielo, brillante. También observo por segundo los momentos tristes, los que más me dolieron como por ejemplo la perdida de mi padre, el miedo cuando supe que Eva vagaba por la ciudad de día sin avisarme después del día donde se mostró rota ante mi en su primera toma de contacto con esta misma. Llego hasta el momento en que la vi por última vez con su larga cola sin ser ella consciente de ello, como el primer barco pirata en el que empezaba una nueva vida zarpaba de puerto alejándome de ella. Lo que penśe que iba a ser recordado como alegría ahora es dolor, la respiración de la muerte en mi nuca hace presión sobre mí recalcándome todos y cada uno de mis errores. La falle a ella, a Eva. Me fallé, a mí. Nos fallé, a los dos.
-Solo quedan un par de pasos y llegamos al sitio- dice Mai revoloteándose entre nosotros.
Se ha pasado todo el camino restante yendo y viniendo, comprobando que mercería la pena ir y avisándonos de la poca distancia que teníamos que ir recortando cada segundo. Hades me ha llevado gran parte del camino hasta que un suspiro ha hecho a Gato girarse para cambiar el papel y ser él quien me cargara mientras Hades recortaba las hojas. Ya solo son un par de hojas y casi puedo notar que está cerca porque mi cuerpo se eriza ante uno de los últimos machetazos que da con fuerza Hades abriéndose camino.
-Venga Hugo, aguanta, aguanta- suspira Gato alzándome con pequeños empujones para que reaccione.
Le miro viendo en sus ojos felinos la desesperación por mi vida, parece sufrir más él por mi posible muerte que yo agonizando mis últimos suspiros. Trago saliva con una gota de sudor recorriendo mi cara mientras cierro los ojos y muevo levemente la cabeza con una sonrisa casi notable en mis labios.
-¡Joder vamos!- exclama ahora al sentir más mi peso sobre él.
El grito sin embargo no es a mí sino a Hades, a la situación de urgencia que he visto en sus ojos y al nudo de ramas que dificulta la labor a Hades para seguir. Él también se impacienta por no ser capaz de llegar al destino. Todos parecemos ser consciente de que en el pequeño camino ya no somos cuatro personas sino que hay una quinta que no es visible y que unicamente fija sus ojos en mi con una sonrisa socarrona removiendo sus manos con ansia por poder disminuirlo las vidas a tres.
-Dejadme a mí- dice con decisión Mai acercándose al pecho de Hades mientras se posiciona delante de las ramas.
Cierro los párpados agotado de mantenerlos abiertos, pero aún así se cuela por mis ojos una luz que no parece ser natural. Magia pura creada por el ser diminuto que es Maialen y quien se cargó a dos sirenas en menos de lo que nosotros tardamos con una a la que si quiera pudimos hacerle frente sin su ayuda. No sé que habría sido de nosotros sin ella, probablemente estaríamos llegando a algún punto lejano del que en realidad es el lugar donde está Eva y yo...yo estaría apunto de morir sin ella, sin verla una última vez.
Los pasos que Gato me obliga a dar hacen que vuelva abrir los ojos viendo el camino despejado por completo con aquello que nos estorbaba a ambos lados del camino ayudándome así a tener que hacer el menor esfuerzo posible. Veo la claridad donde Eva ha estado pasando los días desde que la vi por última vez, es un pequeño charco de agua estancada que parece tener profundidaz, está completamente rodeado de hierba corta que hace del sitio algo tranquilo, comparado con todo el pasaje anterior este lugar parece ser la paz en el que es el cementerio de sirenas.
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Serea, la tradición
Ficção AdolescenteCuenta la vieja leyenda que las sirenas son seres que pocas veces se dejan ver pero cuando lo hacen debes atenerte a las consecuencias. Un cruce de miradas inadvertido, el roce tras el hundimiento del barco o cualquier cosa que te involucre con ell...