Hace 5 años...
No fui. No me atreví a ir a verla aquella tarde como siempre solíamos hacer porque sabía que no iba a poder reaccionar de forma coherente delante de mi tío y su hermana. Mis palabras la iban a señalar y preferí morderme la lengua envenenandome con todo lo que se moría por salir de mi boca a la tarde. No estaba enfadado, tampoco podía identificar que era aquello que me molestaba la cabeza cada vez que recordaba su rostro al entrar en aquel pequeño cuarto que se sentía más diminuto por todo el desorden del arte de Zulima. Vi como se empequeñecía mientras yo me hacía grande, con la rabia golpeando mi sien y las acusaciones pegándose por salir de mi boca cuanto antes. Ya me costó entonces no hablar claro allí como para ser capaz de hacerlo rodeado de nuestros familiares. Con suerte ella tampoco iría y entonces ninguno debíamos ver el espacio que dejaba el otro en su ausencia.
A mi tío le argumenté con que quería pasar tiempo junto a mi madre, pareció no convencerle por un momento la mala escusa, pero se marchó a la hora que normalmente salíamos juntos por la puerta de casa. Esperaba que no se tuviese que encontrar con el mismo tipo que siempre hacía comentarios inapropiados porque seguro que aprovecharía mi ausencia hoy por primera vez desde los once años para intentar hacerle daño a mi tío con sus malas palabras. Hice el amago de no pensar ayudando a mi madre en todo lo que podía, preparando el que sería el próximo caldo para al menos los próximos cinco días y observando como se arreglaba nuevamente su falda llena de enganchones. Estábamos viviendo con lo justo y eso conllevaba todas estas pequeñas cosas que a los adinerados de la ciudad no les preocuparían. Cuando volvió ya con la noche caída mi tío la comida estaba servida y yo jugaba con mi cuchara sin un ápice de hambre removiendo no solo el plato sino todas la emociones que me azotaban al pensar en que debía ver a Eva esta noche y si quiera sabía que decir o si aparecería después de su silencio en la habitación de Zulima.
-¿Qué tal las obras de esa muchacha?- me pregunta mi tío sonriéndome.
-Bien, he vendido la mayoría aunque también eran varios encargo, y ahora tengo otros más.
-¿Estás ayudando a su familia?- habla mi madre llamándo mi atención.
La miro parpadeando al oír su dulce voz que pocas veces alza. Desde la muerte de mi padre el luto llegó completamente a ella de manera radical y esos poco momentos de lucidez que aparenta tener hacen que algo dentro de mí se encienda, como una llama diminuta esperanzado de recuperarla.
-Si, ella al ser mujer no puede vender sus obras entonces me hago pasar por ella- explico como ya le comenté hace tiempo.
-Eso es muy bonito por tu parte hijo- sorbe con delicadeza de su cuchara- ¿y esa chica y tú tenéis algo?
La tímida risa que sale de sus labios junto al brillo de sus ojos hacen que los colores se extiendan por mi cara. Mi tío alza las cejas sonriente al oír como su hermana parece estar recobrando vida además de saber como ya me dejó claro lo que yo me traía entre manos con Eva. Hundo la cabeza en mi plato esperando a que el momento pase pero noto que mi madre busca una respuesta en mi tío el cuál animado por la alegría que muestra mi madre habla dando voz a lo que yo callo.
-No, son solo amigos porque Hugo tiene los ojos en otra chica si no me equivoco- bromea dándome un codazo.
-¿Qué? No por supuesto que no tengo nada con nadie.
-Vaya mi hijo está enamorado y yo sin saberlo. ¿Quién es la afortunada y cuando la voy a conocer?- sonríe mi madre apoyando su barbilla en su mano izquierda.
Abro los ojos con mis mejillas ardiendo y cruzo una rápida mirada con mi tío que sin dejarme tiempo de volver a rechistar mueve sus labios pronunciando el nombre de la persona que anda por mi cabeza sin permiso alguno.
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Serea, la tradición
Teen FictionCuenta la vieja leyenda que las sirenas son seres que pocas veces se dejan ver pero cuando lo hacen debes atenerte a las consecuencias. Un cruce de miradas inadvertido, el roce tras el hundimiento del barco o cualquier cosa que te involucre con ell...