34. Por un buen capitán, a la horca y que me vean

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Montones de personas se mueven por el puerto, agarrado a Eva y Gato siento como mis pasos pesan más que nunca. La herida que tengo en la espalda ha sido hecha por un maldito puñal que no debía tener mucha longitud ya que no hay orificio de salida, pero aún así la manera de moverlo en mi piel destrozando mis músculos ha sido la correcta porque Herrán lo que quería era herirme para después matarme aunque solo haya conseguido lo primero de momento ya que lo segundo está costando. Si sigo con vida es porque algo en mí se agarra con fuerza a la vida, al saber que Eva ya está junto a mí y que solo nos queda salir juntos de este maldito agujero de puñal para poder pasar el resto de nuestros años juntos. A partir de ahora todo lo que nos ponga en peligro será culpa mía por esa pequeña venganza personal que teníamos entre Herrán y yo, una venganza que nunca comprenderé del todo ya que actuó a la perfección engañándome con sus falsas molestias haciéndome creer que era de fiar para después levantarse en mi contra. Puede que no sea nada personal lo que tuvo contra mi, sino que lo hubiese tenido con quien quiera que fuese el capitán del Ondina sucesor de Fer.

-¿Se puede saber donde cojones está tu estudio o donde nos lleves?- pregunta Gato recolocándose mi brazo en sus hombros.

-Queda poco, un par de pasos más y llegamos. No puedes pretender que siendo yo...- sus palabras se frenan para girar la vista a nosotros sin detener el paso- una mujer peculiar, podría vivir delante de toda la multitud.

-Eso es lo que haría alguien peculiar para no llamar la atención- ladra Gato a regañadientes.

Trago saliva desviando la mirada a Eva la cual coincide con mis ojos al igual que si hubiese tenido el mismo pensamiento que yo para mirarme. Ajenos a la pequeña discusión verbal entre Gato y Melusina sobre la lejanía de su estudio y lo bien o mal que está eso para llamar la atención, sus ojos me vuelven a rogar porque siga con vida hasta que la sirena bífida me cure la infección que se ha desarrollado en mi espalda. Sus labios entre abiertos dejan escapar un suspiro para posteriormente morderse los labios con fuerza y moviendo la cara en negación mientras me empieza a mostrar una amplia sonrisa. En el azul se sus ojos empiezo a ver pequeños cristales ante las lágrimas que frena de inmediato cerrándolos y dejando que su frente se apoye en mi mejilla. No nos hacen falta palabras para decirnos todo lo que estamos deseando gritarnos una vez consigamos llegar a nuestro sitio, con su media luna en la puerta y el sonido del mar haciéndonos compañía durante toda la velada.

-Por aquí chicos, venga- indica Melusina moviendo su mano.

Todos giramos tras ella, deseando llegar al lugar exacto y yo poder reposar mi cuerpo en cualquier superficie sin tener que depender de los demás para seguirlos. Como un acto reflejo Melusina se coloca la capucha que lleva en su cuello junto a la capa que se mueve tras ella, tapa su rostro y sigue andando haciendo indicaciones sin mediar palabra con nosotros que optamos por tomar una postura más tranquila al nerviosismo que llevábamos durante todo el camino. Los pasos de la sirena bífida se detienen haciéndonos parar en brusco con una queja por parte de Gato que ya molesto por la lejanía ahora no comprende el momento incógnito que está intentando llevar a cabo sin decirnos nada la mujer que debe curarme.

-¿Se puede saber que pasa? Estaría bien que te comunicaras con nosotros- le reprocha Gato malhumorado.

-Shhh, no levantes la voz niño, hay guardias a la derecha- murmura tapando la boca de Gato que relaja un poco sus músculos del enfado a lo que se tensa al comprender la situación.

-¿Guardias? ¿Podremos llegar al sitio para curarle?- dice Eva aupando mi brazo en sus hombros.

-Si, eso creo pero debéis esperar a que se muevan ya que está registrando un hogar- se asoma de nuevo por la blancuzca pared para mirar en el lugar donde ha visto a los guardias-, o puede ir alguien a despistarlos.

Serea, la tradiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora