32. No dormir

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Actualidad...

Cuando el tiempo corre en tu contra solo tienes dos cosas que hacer, intentar que no te alcance o hacer que se frene de golpe. Nosotros estábamos corriendo con él tras nosotros rezando porque no nos pillase mientras que a mí en mi camarote se había frenado por completo, Gato y Eva se paseaban por la ciudad de Sanlúcar de Barrameda a consecuencia de que los pudiesen pillar porque justo habíamos mandado en búsqueda de Melusina a aquellos dos que con un poco de agua cambiaban su aspecto pero también podrían reconocer a esa sirena bífida en cualquier lugar. Junto a mí se había quedado Hades que descansaba cabizbajo en su silla con la mirada posiblemente perdida en algún punto del suelo de madera crujiente, la muerte de Maialen le había afectado más de lo que podía haber imaginado y es que en el camino se habían hecho buenos amigos por lo que ahora comprobaba.

-Lo siento mucho Hades- lamento recostándome en la cama.

-No es tu culpa, ella lo quiso así. Ya me había contado cual era la función de las hadas y yo inocente de mí la había tachado de loca, pero está claro que una hada por su sirena hace cualquier cosa.

-¿Qué te contó? Si se puede saber.

-Me dijo que cuando se desató el caos en la tierra por culpa de los humanos las sirenas huyeron a un arco creado por una de las hadas. La sirena estaba herida porque se enfrentó a unos hombres evitando que matasen a su amado y entonces su pequeña hada decidió crear un sitio seguro para ella donde también entraban el resto- su mirada se desvía de la mía con una sonrisa triste-. Dio su vida por todas y entonces el resto de hadas decidió que protegería a aquellas sirenas que salieran del arco engañadas por los hombres. Se organizaron en varios cementerios de sirenas, que así es como los llaman vulgarmente ya que eran en un inicio sitios donde podían ir a vivir su soledad con compañía en felicidad, junto a todas las que estaban en la misma situación.

-Pero, esas sirenas no parecían ni felices, estaban sedientas de sangre.

-Sí, porque de lo que en un inicio era cambió y pasó a ser eso, un cementerio de sirenas donde iban a morir juntándose por el odio a los hombres salvo algunas como Eva según me dijo Maialen- sonríe mirándome afirmando con la cabeza-. No sabes lo orgullosa que estaba de ella. Me confesó también que verte allí la hizo creer en el amor y entonces supo que ese sería su destino, uniros.

Sonrío con los ojos cristalizándose porque había ido a por Eva, después de abandonarla en el pasado tras una pelea había ido en su búsqueda sin pensarlo mucho porque el tiempo separados solo me sirvió para darme cuenta de que la quería con locura y saber que ella había ido tras de mí cuando me fui me hizo poner rumbo sin duda alguna. Era la mujer que quería a mi lado, la mujer con la que tendría hijos si conseguía sobrevivir a esta dichosa aventura.

-Ojalá no hubiese hecho falta que se sacrificase- murmuro.

-Lo hubiese hecho, no iba a salir de Doñana porque ella pertenecía a ese sitio y solo podía estar ahí por lo que tarde o temprano nos hubiese dejado.

-Tú lo sabías entonces, ¿no? Quiero decir, sabías que iba a pasar eso.

-Si, pero nunca se está preparado para perder a alguien. Lo conozcas mucho o poco, sepas que se va a ir o no, siempre confías en que tú te irá antes de este mundo que toda esa gente que te rodea por lo que perder a alguien es un gran palo- sus palabras hacen que el dolor de mi espalda me recuerde que quizás yo me voy antes que nadie y dejar con esa sensación a Eva me mata más que la propia herida.

Muerdo mi labio para quedarme sentado en la cama con los ojos cerrados y la cabeza apoyada en la madera tragándome el grito de dolor que quiere salir de mi garganta ya que los tranquilizantes han dejado de hacer efecto hace un rato y a mí se me había olvidado que sentía un enorme quemazón por toda mi espalda, la misma que apoyo en la pared para mantenerme erguido en la cama. La saliva baja por mi garganta completamente seca, ahora mismo sería capaz de beber esa dichosa bebida de alcohol que tanto les gusta a todos con tal de olvidarme por segundos de la vida, aunque la imagen de Eva hoy durmiendo junto a mí hace más fuerza por mantenerme firme aferrándome a la vida. Quiero repetir mil veces más esa absurda sensación de la dificultad al respirar cuando me levanto ya que su cabeza descansa en mi pecho tranquilamente. Solo quiero vivir un par de momentos más con ella ahora que la he encontrado.

Serea, la tradiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora