Una semana desde que inicié mis clases en este lugar. Al fin la última hora de clases y mañana es día viernes, lo que significa que tendré un respiro de estas personas, que pareciera que comen mucha azúcar, porque irradian mucha dulzura.
No ha sido todo tan malo como pensaba. Aún me miran como si les causara miedo, pero de vez en cuando me saludan, a lo que respondo, porque al parecer aquí todos se saludan. El chico junto a mí, me lanza uno que otro comentario de vez en cuando, lo que podría relacionar como esa típica amistad con la que te insultas, pero después de todo, te agrada a pesar de que no lo quieras demostrar.
Ayer intenté llamar a mis padres y decirles que me dejaran volver, pero no quisieron, están empeñados en que termine el año aquí y que ayude a Jannet en todo lo que necesite.
He llamado a mis amigas y a mi novio, pero la señal es tan asquerosa, que las llamadas no entran, o posiblemente no me quieren contestar, aunque dudo mucho eso.
Le doy una mala mirada a Adrián, mi compañero de lugar, mientras niego con la cabeza.
—Lo haré sola.
—Es un trabajo en parejas —pone los ojos en blanco —las parejas se conforman de dos, por si lo no sabes, sabelotodo.
—¿Algún problema? —nos pregunta la profesora.
—Sí.
—No —responde Adrián.
—¿Sí o no? —pregunta la profesora.
—Quiero trabajar sola —respondo.
—Es imposible —me responde —Tienen que hacer un diálogo, por lo que no puedes trabajar sola.
—Está bien —pongo los ojos en blanco y la mujer me sonríe —Solo por esta vez te has salido con la tuya —murmuro contra Adrián.
—No seas inmadura.
—Mejor cierra tu boca —le lanzo una bola de papel —Y si la vas a abrir, que sea para aportar algo en este puto diálogo.
Se supone que tenemos que hacer un diálogo como si fuera una entrevista televisiva, en donde uno será lógicamente el entrevistador, mientras que el entrevistado sería una persona que vivió en la época de la segunda guerra mundial, materia que yo vi el año pasado, pero de la cual no me puedo eximir.
—El entrevistador no tiene que ser tan amargado, por lo que debería ser yo —me dice Adrián.
—Tú no eres la persona más agradable del mundo que digamos —le muestro mi dedo corazón.
—Lo soy más que tú —se encoge de hombros —A mí no me miran con miedo.
Le doy una vez más una mirada poco agradable y me pongo a anotar cosas en mi cuaderno, después de todo ya vi esto.
Dejo mi cuaderno sobre la mesa de Adrián, que aún no anota nada. Le doy una sonrisita arrogante y el idiota intenta reprimir una sonrisa.
—Vale, no eres tan boba como yo pensaba.
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Jugando con la Realeza
Roman pour AdolescentsLas promesas y la realeza eran las cosas más anticuadas para mí. Decir algo que no ibas a cumplir y ver personas que se quedaron estancadas en los siglos pasados, no, no me agradaba, era algo ñoño. Además, yo era una chica a la que le gustaba ir en...