𝓒𝓪𝓹𝓲́𝓽𝓾𝓵𝓸 26

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Paso mi mano por mi rostro antes de abrir mis ojos

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Paso mi mano por mi rostro antes de abrir mis ojos. Anoche me dormí bastante tarde por los preparativos para hoy en la noche, así que solo espero no estar con unas enormes ojeras de aquí a la noche.

—Buenos días —escucho la voz de mi hermano, por lo que me giro en la cama.

—¿Qué haces aquí? —pregunto al verlo recostado a mi lado.

—¿Me creerías si te digo que me desperté temprano para ser el primero en saludarte?

—Si no lo viera con mis propios ojos, no te creería —me río.

—Feliz cumpleaños, hermanito —revuelve mi cabello.

—Gracias, bobo —me abalanzo sobre él.

—Últimamente me has insultado mucho —se ríe —pero me agrada.

—Que idiota.

—Y ahí estás otra vez —suelta una carcajada —mejor levántate, porque mamá no te va a soltar.

—No me lo recuerdes —me quejo.

—Te espero para desayunar.

Le hago caso a mi hermano y me voy a dar una ducha, para que también me ayude a despertar. Me visto de manera rápida y me voy a desayunar junto a mamá y mi hermano.

Todas las personas que trabajan en el palacio y que se atravesaban en mi camino me saludaban y me felicitaban por mis 18 años de manera alegre. Así paso el resto de mi mañana entre saludos y consentimientos.

A pesar de que no quería que llegara la tarde, también la esperaba con ansias, porque quiero ver a Sierra, aunque ella no me confirmó que asistiría, estoy seguro de que lo hará porque Adrián la logrará convencer. No se nada de ella hace días, pero el día que la vi me quedó claro que no me odia tanto como yo lo pensé, incluso diría que quiere que estemos cerca otra vez.

—Te tengo una sorpresa —dice mi madre antes de que pueda pasar al salón para almorzar.

—¿Otra más? —asiente.

Abre la puerta e ingresamos, pero lo único fuera de lugar que veo es una chica rubia que nunca antes había visto. ¡Wow! Que sorpresa, una desconocida. La chica me mira de manera agradable, aunque a mí me causa un poco de incomodidad.

—Felipe, ella es Camille. Es sobrina de un viejo amigo y me pareció que sería una buena idea que se conocieran —dice mi madre —Camille, él es de quien tanto te hablé

¿Cuándo se supone que le habló de mí?
La tal Camille se pone de pie y me extiende la mano. Un poco incómodo acepto su mano y deposito un beso en ella.

—Creo que es hora de comer —escucho a Arturo interrumpir el extraño momento —Felipe tiene muchas cosas que hacer.

En lo que la comida llega, no aparto mi mirada del lugar que estaría ocupando mi padre si estuviera aquí. Algo me dice que él sí estaría feliz por mis sentimientos hacía Sierra y que le hubiera encantado conocerla, de seguro me habría obligado a invitarla a la hora del almuerzo solo para avergonzarme.

Jugando con la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora