Me lanzo a la cama y cierro los ojos por unos largos segundos. Mi madre está como una completa loca haciéndome ensayar mi postura para el momento en el que informe que seré el heredero al trono.
Me tuvo todo el fin de semana pegado a ella, para que me comience a familiarizar con las actividades que tendré que hacer algún día.
Ayer no tuve tiempo de salir, porque otra vez me tuvo junto a ella y la cosa hoy se volvió peor. Ya me duelen los pies de tanto caminar de un lado a otro, no sé cómo ella aguanta tanto y con tacones.
Me meto a la ducha y dejo que el agua corra por unos minutos, relajándome los músculos. Ojalá pudiera pasar más tiempo bajo el agua, pero los minutos corren y las personas del pueblo comenzarán a llegar, por lo que mi madre vendrá a vestirme ella misma si no me doy prisa.
Me visto con el traje que me probé más veces de las que puedo contar con mis dedos y arreglo mi cabello. Abro la puerta, dejando entrar a Rose, la mujer que estaba encargada de cambiarme los pañales cuando pequeño.
—Te ves guapo —me sonríe —te has convertido en todo un hombre.
—Que linda eres —le sonrío —¿Hay algo raro?
—El moño —se ríe y se pone frente a mí para acomodar el moño de mi traje.
Cada vez que hay una ocasión importante, luego de vestirme le digo a Rose que vea si hay algo mal, como ahora, que mi moño estaba un poco torcido.
—Sigues cometiendo los mismos errores —se ríe —siempre tienes problemas con tu moño.
—¿Qué haría sin ti? —le doy un abrazo.
—Serías un desastre, mi niño.
—Ya lo creo —me separo de ella.
—La señora Juliette me dijo que en cuanto estuviera listo bajara —pasa su mano por el traje, estirándolo —Porque ya han llegado varias personas.
Me dedica una última sonrisa y sale, dejando la puerta de mi habitación cerrada.
Tomo mi celular para meterlo en mi bolsillo y me doy una última mirada en el espejo de cuerpo completo. Al salir me encuentro con mi hermano y bajamos juntos.
—Compórtate —le advierto.
—No voy a arruinar tu día —pasa su brazo por mis hombros.
—Hazlo por mamá, no por mí.
—A veces creo que tienes 50 años —pone los ojos en blanco.
—Solo soy más maduro que tú.
—Sili siy mis midiri qii ti —se burla.
—Con eso acabas de darme la razón —me río.
Unas cuantas chicas se acercan a saludarnos, pero solo me limito a decir "Buenas noches", mientras que Arturo les guiña el ojo a cada una, provocando que ellas se pongan coloradas.
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Jugando con la Realeza
Teen FictionLas promesas y la realeza eran las cosas más anticuadas para mí. Decir algo que no ibas a cumplir y ver personas que se quedaron estancadas en los siglos pasados, no, no me agradaba, era algo ñoño. Además, yo era una chica a la que le gustaba ir en...