𝓒𝓪𝓹𝓲́𝓽𝓾𝓵𝓸 15

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Encuentro mi camiseta negra holgada y uno de los pantalones de pijama que me quedan sueltos, para luego extenderle ambas prendas de ropa a Felipe

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Encuentro mi camiseta negra holgada y uno de los pantalones de pijama que me quedan sueltos, para luego extenderle ambas prendas de ropa a Felipe.

—Hay mucha diferencia entre tu cuerpo y el mío —me encojo de hombros —es lo único que te puede servir. Pensé en darte un vestido, pero de seguro sería muy provocador —me burlo.

—Gracias, Sierra —se ríe.

Felipe parece ser un poco reservado para ciertas cosas y también un poco tímido, por lo que podría indicarle que la otra puerta que hay en la habitación lleva a un pequeño baño, o simplemente decirle que puedo salir hasta que él termine de vestirse, pero el chico tiene un cuerpo bastante privilegiado oculto bajo el montón de ropa y no me perderé la oportunidad de presenciarlo en primera fila. Tomo mi celular y agacho la mirada para que sienta que le doy un poco más de "espacio" y él parece notar que no tengo intenciones de salir, así que lo veo desabrochar su pantalón y quitárselo. Deja a mi vista sus piernas y una tela pegada a su cuerpo, tapando lo necesario, la cual hace que su trasero resalte en el color negro. Se pone de manera rápida mi pantalón de pijama y para disimular mi giro a la ventana, como si intentara ver que tal el clima. Me giro al momento que está tomando el borde de su sudadera y de la camiseta al mismo tiempo, aunque al llegar a la cabeza la ropa se le queda atascada en ese lugar, lo cual no me molesta.

—Espera, te ayudo —me acerco a él.

Como su rostro está oculto entre la ropa, aprovecho de mirarlo de manera descarada. Sigo sorprendida por su cuerpo.

Con cuidado de no enterrar una de mis largas uñas en su cuerpo, le quito de manera cuidadosa las dos prendas de ropa, dejando a la vista una cadena de plata en su cuello.

—Listo.

—Gracias —murmura y se pone la camiseta. Quizás debí decirle que no tenía camisetas.

—¿Qué tal tu día? —le pregunto y me siento en la cama.

—Bastante aburrido —se sienta junto a mí respetando la distancia —¿El tuyo?

—Me sentí tensa durante toda la mañana —muevo mi cabeza en forma circular —Me tenían que entregar un examen a última hora y la profesora ni siquiera lo llevó, así que aún siento un poco de tensión.

—¿Puedo? —pregunta intentando apoyar su mano en mi hombro. En respuesta a ello asiento —gírate un poco para que me des la espalda —hago caso a lo que me dice, dejando mi mirada clavada en la ventana —Mi mamá me enseñó a hacer esto —comienza a masajear mi espalda —Dice que un masaje es lo mejor para matar las tensiones y el estrés —sus manos comienzan a bajar por mi espalda —Aquí se acumula todo el estrés —masajea en un punto que me lleva a la máxima relajación.

Podría soltar un gemido en estos momentos, pero me estoy conteniendo. Sus manos se mueven de una manera tan ágil que me gustaría que tocaran más que solo mi espalda sobre la tela de mi camiseta gruesa, pero no quiero que mi libre albedrío me lleve a imaginar lo que podrían hacer sus manos en el resto de mi cuerpo.

Jugando con la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora