𝓒𝓪𝓹𝓲́𝓽𝓾𝓵𝓸 32

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Me levanto de la cama y me voy directo al armario para ponerme frente a mi traje y sacar la nota que dejé guardada en uno de los bolsillos internos del saco

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Me levanto de la cama y me voy directo al armario para ponerme frente a mi traje y sacar la nota que dejé guardada en uno de los bolsillos internos del saco.

"Espero que ese presentimiento extraño no te siga atormentando. Una vez un chico me dijo que no pensara tanto y me dejara llevar, deberías tomar ese consejo".

Ni siquiera sé para que me levanto a leer la nota, si después de un mes leyéndola cada 30 minutos me la aprendí de memoria. Quizás eso me haga sentir más cerca de la única persona que no me ve como un peón dominado por todos a su alrededor.

Guardo una vez más el trozo de papel y vuelvo a lanzarme a la cama, junto a Pipo, mi fiel compañero y el único que no puede decirme nada, aunque a veces desearía que lo hiciera.

—Ojalá pudieras hablar, Pipo —digo con mi cabeza encerrada en la almohada.

—Y lo hago, Felipe.

Levanto de golpe mi cabeza para al mirar gato, pero está plácidamente dormido. Una carcajada me hace notar la presencia de otra entidad en mi habitación, por lo que le doy una mala mirada.

—El encierro te tiene tan mal, que ni siquiera reconoces la voz de la única persona que te soporta.

—Vete a joder a otro lado, Arturo —entierro una vez más mi cabeza en la almohada.

—Me has dicho lo mismo durante los últimos 30 días y sigo aquí.

—No es necesario que vengas cada día —muevo un poco mi rostro para verlo con un solo ojo —será mejor que me devuelvas la llave.

—Mamá está pensado en quitar la puerta de tu habitación —levanto mi cabeza de golpe —solo quería que lo supieras.

—No se atrevería.

—Yo diría que sí —se encoge de hombros —y ahora me voy solo porque la escuché decir que iba a venir a hablar contigo —me da un apretoncito en el hombro —y no te devolveré la llave —me guiña un ojo —dejaré abierto para que no te levantes a abrir.

Le levanto mi dedo medio y él solo se ríe. Arturo tiene razón, es el único que me soporta. Luego de ir a visitar a Sierra el día de su cumpleaños, me fui a la habitación de Arturo para esperarlo y conversar con él respecto a nuestro problema, le pedí una disculpa y la aceptó sin dudarlo, aunque le dije que seguía con ganas de golpearlo por ayudarla y no decirme nada.

Llevo un mes sin salir de mi habitación, Rose se encarga de traerme las comidas y he dejado tiradas mis clases. Mamá no me ha molestado solo por el hecho de que sigo comprometido con Camille, así que tiene que dejarme tranquilo. Por otro lado, Camille vino todos los días durante la primera semana, pero luego se rindió, ya que nunca le abrí la puerta.

Jugando con la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora