Escapar fue mi primera opción, porque quería evitar que me reconocieran, pero en cuanto la chica me quitó la capucha y me miró directo a la cara, comprendí que ella no tenía ni la menor idea de quién era yo. Además, yo tampoco sabía quién era ella.
No tengo mucha experiencia en esto de relacionarme con personas de mi edad, pero se notaba que aquella chica de ojos lindos no estaba bien. Habla como una salvaje y el volumen de su celular está bastante alto, por lo que me quedó claro que su novio terminó con ella y al parecer su amiga le dio la espalda.
—Te dije que soy Felipe —le digo y niego divertido al ver que me dice desconocido —¿No me dirás tu nombre? —niega con la cabeza.
—Algún día —me dedica una pequeña sonrisa —Adiós, Felipe.
Vale, ahora sí dijo mi nombre, eso está mejor, porque quizás ella sea lo más cercano a una amiga que tendré, una amiga de un día, porque en cuanto se entere de quien soy, creo que las cosas no serán tan agradables.
Miro su cabello castaño oscuro, hasta que se pierde en la curva que la hace doblar a la calle en la que me gritó.
No sé si es demasiado bella, o soy yo el que no está acostumbrado a ver chicas y eso me hizo quedar embobado. Porque para mí parece una verdadera princesa.
A pesar de que el uniforme del colegio del pueblo es bastante horrendo, ella lo luce muy bien, provocando que hasta esa fea tela luzca linda. Su personalidad tan directa y ruda me dejó un poco descolocado, pero en cuanto sonrío de manera suave noté que debajo de ese caparazón hay una chica que puede ser agradable.
Me pongo mi capucha y vuelvo al castillo, porque ya se me está haciendo un poco tarde. No quiero meterme en problemas con mi mamá y que me ponga seguridad en la puerta de mi habitación para mantenerme encerrado como una doncella en aprietos.
—¿Esa es mi ropa? —freno de golpe y me giro para ver a mi hermano con una risita burlona.
—Yo... —intento hablar, pero no sé qué excusa darle.
—Claro que es mi ropa —se ríe —¿Qué haces con ella?
—Nada.
—¿Nada? —arquea una ceja.
—Te la saque hace un tiempo —confieso.
—¿Para qué?
—Para nada —volteo los ojos y me giro para caminar en dirección a mi habitación.
—¿Por qué no me quieres decir que sacaste mi ropa para escaparte al pueblo? —me volteo a verlo.
—¿Para qué tantas preguntas si ya lo sabías? —nuevamente me giro para caminar en dirección a mi habitación, siendo seguido por los pasos de Arturo.
—Ya eres todo un rebelde —lo escucho reírse —me enorgulleces hermano.
—Más te vale no decirle a mamá —digo al entrar a mi habitación.
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Jugando con la Realeza
Teen FictionLas promesas y la realeza eran las cosas más anticuadas para mí. Decir algo que no ibas a cumplir y ver personas que se quedaron estancadas en los siglos pasados, no, no me agradaba, era algo ñoño. Además, yo era una chica a la que le gustaba ir en...