Al escuchar que tenía que dar mi nombre, todos mis músculos se tensaron. No es la primera vez que iba a la biblioteca, pero las veces que había ido era con mi madre, para alguna entrega de libros, o alguna ceremonia del pueblo, por lo que nunca me habían preguntado mi nombre, ya que todos saben quién soy. Todos menos ella.
Al parecer Sierra si sabe lo que hace, ya que fue rápida al dar otro nombre para hacerme entrar, sin embargo, siento que me estoy arriesgando demasiado al pasar tiempo con ella. Una cosa es salir del palacio y ocultarme en la placilla, pero otra muy distinta es salir y pasearme con ella en el pueblo, bajo la vista de cualquier persona que me pueda reconocer.
Me quito la camiseta y la lanzo al suelo, dejando que mi espalda roce el edredón suave que tiene mi cama.
La puerta se abre, por lo que levanto mi cabeza para mirar. Arturo entra de manera rápida sin percatarse de mí, mientras intenta cerrar la puerta de manera sigilosa.
—¿Qué haces aquí?
—Mierda —da un saltito —Pensé que no estabas.
—Pues estoy —dejo caer una vez más mi cabeza en la cama —¿Qué haces aquí? —repito.
—Vine a esconderme —se lanza a mi lado —le hice una bromita a uno de los guardias —se ríe —Y supuse que no me buscarían aquí.
—No me metas en tus problemas.
—¿Qué hay de ti?—se recuesta de medio lado y me mira —pensé que estarías en tu escapada de chico rebelde.
—Quise volver antes —paso la mano por mi cabello.
—Si yo fuera tú, me habría quedado hasta la noche.
—Pienso que debería dejar de ir al pueblo —dejo mi mirada plantada en el techo —No me quiero meter en problemas.
—Oye —lo miro —Está bien que quieras ser el hijo perfecto para mamá, pero no te la puedes vivir encerrado.
—No eres el indicado para darme consejos —se ríe.
Golpean la puerta y ambos sabemos porque viene la persona que está al otro lado de la puerta golpeando en estos momentos.
—Al baño —le digo en voz baja y él camina hacia donde le indico para desaparecer. Abro la puerta y veo a mi mamá con su ropa perfectamente planchada. —Ho... —me interrumpe.
—¿Qué haces así? —baja la mirada.
—Me estaba cambiando para hacer un poco de deporte —miento —¿Qué necesitas?
—¿Has visto a tu hermano?
—Supongo que debe andar merodeando por el pueblo —me encojo de hombros.
—Está en algún lugar del castillo —suelta un suspiro —Haciéndole bromas a los guardias.
—Si lo veo le diré que lo estás buscando.
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Jugando con la Realeza
Teen FictionLas promesas y la realeza eran las cosas más anticuadas para mí. Decir algo que no ibas a cumplir y ver personas que se quedaron estancadas en los siglos pasados, no, no me agradaba, era algo ñoño. Además, yo era una chica a la que le gustaba ir en...