Hoy me he querido tomar un café cargado de azúcar y llevo bastante tiempo revolviendo. No he despegado mi vista del contenido, que ya debe estar frío.
—¿Estás bien? —me pregunta Camille —Ya estoy por terminar mi desayuno y tú sigues revolviendo tu café.
—Sólo pensaba un poco —llevo la taza a mi boca, pero el café ya está helado.
—Estás así desde ayer, luego de traer mi pastel.
Ayer salí a casa de Sierra con la excusa de que quería sorprender a Camille con uno de los pasteles de la familia Mendoza. Mi mamá quedó maravillada en cuanto se enteró que quería hacer eso por Camille, así que me dejó ir con dos guardias, quienes para mi suerte mantienen la boca cerrada.
—Lo siento, pero tengo muchas cosas en la mente.
—¿Quieres conversarlo? —niego con la cabeza.
Últimamente he visto que mi madre y Camille cuchichean bastante, pero cuando me acerco cierran la boca, por lo que a la última persona que le contaría mis cosas es a esa chica, ya que de seguro iría a contarle todo a mi madre.
—¿Quieres que esta tarde bajemos al pueblo? —niego una vez más con la cabeza.
—Tengo que estudiar algunas cosas —miento.
—Está bien —hace un puchero —iré donde tu madre —se levanta de su lugar —luego de tu clase me buscas —asiento.
Se acerca y me da un beso en la mejilla. Ni siquiera me molesto en decirle algo, ya que ha hecho eso muy seguido, sin embargo, el contacto de sus labios sobre mi piel no me provoca nada.
¤¤¤
—¡Vamos, Felipe! —hace un puchero —Demos un paseo por el pueblo, ya que ayer no quisiste —insiste por milésima vez.
—Está bien —volteo los ojos.
Ahora que ya tengo permitido bajar al pueblo, no quiero hacerlo. Antes anhelaba estar ahí afuera, en cambio ahora, solo quiero estar en mi habitación haciéndole compañía a Pipo durante todo el día.
Nos subimos al auto junto al chófer y un guardia, quienes nos acompañan a la plaza del pueblo. La mayoría de chicos ya ha salido del colegio, por lo que hay varios rondando en la plaza, lo que significa que las miradas caen sobre mí junto a mi acompañante, incluso he escucho a alguno decir "el príncipe Felipe y su novia", por lo que solo quiero gritar y dejar en claro que Camille es solo una conocida.
—Me llevas por un pastel como el que me llevaste el lunes —pregunta al bajarnos.
—Vamos.
La guio hasta la pastelería de la familia de Adrián, pero al entrar no hay señales de vida, por lo que Camille toca una campanita que hay junto a la caja registradora.
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Jugando con la Realeza
Ficção AdolescenteLas promesas y la realeza eran las cosas más anticuadas para mí. Decir algo que no ibas a cumplir y ver personas que se quedaron estancadas en los siglos pasados, no, no me agradaba, era algo ñoño. Además, yo era una chica a la que le gustaba ir en...