—¿Podrías cerrar la boca por un momento? —le pregunto a Adrián.
—No, hasta que logre convencerte.
—No quiero ir —volteo los ojos —Aparte, lamentablemente estamos contra el tiempo —sonrío al poder salirme con la mía —no puedo conseguir un disfraz de aquí a mañana.
—¡Yo puedo hacerte uno esta noche! —grita mi tía desde el mesón de la cocina.
—Ella me agrada —dice Adrián con una sonrisa.
—¡No me estás ayudando, Jannet Pazos! —le respondo —¡Y no deberías escuchar conversaciones ajenas!
—Aún estás a tiempo —el chico frente a mí se encoge de hombros —No seas amargada y acompáñame.
—¿Acaso no tienes amigos? —me burlo.
—¡Claro que tengo! —me da una mala mirada —Pero están pensado que soy cool por hablar con la extravagante chica de ciudad grande —me guiña un ojo.
—Me estás usando, idiota —le muestro mi dedo medio —Así que es un rotundo no.
—Sabes que no te uso —lleva una de las galletas de chocolate a su boca —pero eres algo así como un daño colateral.
—Eso suena aún peor —volteo los ojos.
—Sabes a qué me refiero.
—Lamentablemente entiendo que soy la persona que más te agrada en este lugar —le guiño un ojo.
—Bájale a tu ego, amargada —ahora es él quien voltea los ojos, una constante práctica que hemos adquirido cada vez que conversamos.
—Como digas.
—Y no cambies el tema —me apunta —¡Vamos, vamos, vamos...! —comienza a insistir por milésima vez.
—¡Ya basta! —le grito —No quiero ir.
—Aquí te vas a aburrir.
—En el palacio igual —me encojo de hombros.
—Lamentablemente, tendré que comer las trufas del castillo yo solo —limpia una falsa lágrima de su mejilla.
—Eso es jugar sucio —lo señalo con mi dedo acusador.
—¿Me estás diciendo que te estás planteando la idea de ir al cumpleaños del príncipe? —pone su mano junto a su oído, como si quisiera escuchar mejor.
—Te acompaño, pero solo con una condición.
—Dilo.
—Yo elijo tu disfraz.
—¡Ya te dije que tengo disfraz! —se queja.
—Pero tu disfraz es un asco —hago una mueca —Atar un trapo en tu cuello y usar unos calzones sobre un pantalón no tiene nada de cool.
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Jugando con la Realeza
Ficção AdolescenteLas promesas y la realeza eran las cosas más anticuadas para mí. Decir algo que no ibas a cumplir y ver personas que se quedaron estancadas en los siglos pasados, no, no me agradaba, era algo ñoño. Además, yo era una chica a la que le gustaba ir en...