𝔈𝔰𝔭𝔢𝔠𝔦𝔞𝔩 𝔡𝔢 ℌ𝔞𝔩𝔩𝔬𝔴𝔢𝔢𝔫

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Adhara, 16 años

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Adhara, 16 años.

Como es tradición en nuestro hogar, escogemos un disfraz para luego bajar y compartir con el resto de habitantes. Aunque a la abuela Juliette sigue sin agradarle Halloween, así que ella se suele quedar en casa.

Mis hermanos llegaron anoche a pasar el día festivo con nosotros, pero mañana vuelven a la universidad para seguir con sus estudios.

Golpeo el estudio de mamá y escucho un "pase" del otro lado, por lo cual empujo la puerta y asomo mi cabeza para encontrarla entre el montón de hojas esparcidas en el escritorio de mamá.

—¿Te falta mucho? —le pregunto.

—No mucho —responde sin despegar la mirada de las hojas —Los chicos de tercer año son muy ingeniosos al momento de responder —levanta la mirada y me sonríe —Ya casi termino.

Mamá está revisando las respuestas de un examen que les hizo a sus alumnos de tercer año.

—Deberías tomarte un descanso y seguir mañana —le sugiero.

—Sólo terminaré esto —me señala el examen frente a ella —Y me iré a cambiar de ropa.

—Está bien.

—¿Podrías ver si Felipe está listo? —asiento.

—Nos vemos en un rato mamá.

Cierro la puerta y la dejo seguir en lo suyo para ir camino al despacho de papá. Mis padres suelen llamarse a sí mismos animales nocturnos, ya que trabajan de noche porque les gusta pasar tiempo en familia durante las horas libres que tienen en las tardes. A mí me parecía agotador lo de trabajar en la noche, pero comprendí que a ellos también les gusta porque pueden hacerlo en silencio y sin interrupciones.

—¿Molesto? —pregunto asomando mi cabeza por la puerta junta.

—Hola mi princesa pequeña —me sonríe —Ven acá —deja sus gafas de lectura a un lado, lo que significa que el trabajo ya terminó.

Me acerco a él y me siento sobre sus piernas, como si se tratara de pedirle un regalo a santa.

—No me trates como una niña pequeña, papá —volteo los ojos —Ya tengo 16.

—Siempre serás mi pequeña princesa —dice con una sonrisa tierna. —Además, disfrutas que te tome como una niña —suelta recordándome que estoy sobre sus piernas.

—Vale —suelto una risita —Mamá me envió a ver si estabas listo.

—Listo con el trabajo, pero no con el disfraz —se ríe —Así que será mejor que me vaya a cambiar, porque o sino mi querida Sierra pondrá el grito en el cielo.

—Yo también terminaré de vestirme —me levanto de sus piernas —Nos vemos en el salón —le doy un beso en la mejilla.

—Adiós, pequeña princesa —le sonrío ignorando que me volvió a llamar pequeña.

Jugando con la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora