𝓒𝓪𝓹𝓲́𝓽𝓾𝓵𝓸 12

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—Deja de mirarme —le digo a mi hermano que lleva alrededor de 5 minutos apoyado en el marco de la puerta sin despegar sus ojos de mí

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—Deja de mirarme —le digo a mi hermano que lleva alrededor de 5 minutos apoyado en el marco de la puerta sin despegar sus ojos de mí.

—Siento que los aliens te llevaron a su nave y te cambiaron —cierra la puerta y se acerca a la cama.

—¿Por qué lo dices?

—Estas dos semanas has estado muy feliz —responde.

—¿Eso es malo?

—No —niega con la cabeza —pero hasta mamá lo ha notado y creo que sospecha que algo te pasa. Porque la verdad es que a mí me agrada verte feliz.

—No pasa nada —dejo caer mi espalda en la cama para quedar mirando el techo de mi habitación.

—Definitivamente ella te tiene mal.

—Claro que no —me río.

—Claro que sí.

—Quizá —me vuelvo a reír.

—¿Desde cuando te ríes tanto?

—¿Desde cuándo actúas como un hermano mayor? —me río una vez más.

—¡Agh! —se queja —Tus risitas de enamorado agotan mi paciencia —se pone de pie —nos vemos más tarde.

Cuando escucho la puerta cerrarse, suelto un enorme suspiro, posiblemente Sierra si me tiene un poco mal.

Estas dos últimas semanas las he disfrutado mucho. Pasar tiempo con ella hace que me olvide de todas las discusiones que he mantenido con mi madre. Hemos ido tres veces al río, con la compañía de Arturo, ya que necesitamos más tiempo para eso y mi madre no pone tanto impedimento cuando se trata de estar solo con mi hermano, porque sabe que en cierto punto, Arturo me hace caso a pesar de que soy el menor.

Verla sonreír cada vez que estaba en el columpio me dejaba completamente embobado. Buscamos la manera de sacar la roca que me dio en la espalda, por lo que cuando tuvimos el mismo problema de que se soltara el neumático, no me di un gran golpe. Aunque debo admitir que lo solté conscientemente, arriesgándome a que le pasara algo.

Por otro lado, parece que está llevando en práctica lo de no pensar tanto las cosas, o al menos cuando está conmigo lo aplica.

Miro la hora, pero aún falta para que salga del colegio, por lo que no me sirve de nada bajar antes. Yo terminé hace casi una hora y mientras estaba con Alfonso, solo pensaba en que el tiempo pasara rápido, solo para ir a verla, porque no la veo desde el viernes, debido a que los fines de semana nos damos un descanso para tiempo familiar.

Me pongo de pie y camino en dirección a la cocina, en busca de Rose, ya que ayer le pedí un enorme favor.

—¿Dónde está Rose? —pregunto al entrar a la cocina.

—En la despensa, príncipe Felipe —me responde una de las cocineras.

Camino a la despensa de alimentos y veo a Rose intentando ordenar unos tarros de conservas que no están a su alcance.

Jugando con la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora