Capítulo IV

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Luego de algunos minutos en silencio los prometidos se levantan del lugar y tomados de la mano empiezan a caminar hacia el cuartel. Se cruzan con algunas personas que los saludan en el camino y pasado poco tiempo entran al comedor, siendo lógico pues es la hora del almuerzo. El lugar estaba más lleno que nunca siendo una de las causas la llegada de los nuevos refugiados en la mañana.

Arlet y Elian hacen fila esperando su turno para agarrar comida, que resulta ser el plato favorito de ambos: pasta. Con sus bandejas ya en mano se colocan en una mesa en la que se encuentra Honey y su familia, risas y voces se mezclan creando un ambiente familiar. Las personas empiezan a vaciar el comedor dirigiéndose a sus actividades quedando solos Arlet y Elian; tomando una bandeja de la cocina Elian empieza a recoger los platos y Arlet con un trapo húmedo limpia las mesas y las sillas, con el comedor ya limpio se dirigen a la cocina para comenzar a lavar la montaña de platos y vasos con una suave música de fondo. El ambiente se transforma en una guerra de espuma y en un momento romántico que ambos tienen muy a menudo.

El momento se rompe cuando Arlet se desliza a causa de la espuma en el piso y su cabeza se estampa contra el piso.

- Cielo, ¿estás bien? – cuestiona Elian ayudando a la chica a levantarse mientras ella se soba la cabeza.

- Estoy bien. – responde Arlet, se ven mutuamente y al unísono lanzan carcajadas que retumban en toda la cocina, las lágrimas, a causa de las risas, bajan por sus ojos y cuando empieza a dolerles el estómago se detienen.

- Más románticos no podemos ser. – expresa Elian con una sonrisa sarcástica a lo que la pelinegra asiente. Su relación desbordaba lo extraño, pero sin dejar de ser empalagoso y las veces en las que trataban de ser cursis terminaban en ridículo. Pero es que ellos no eran como los demás, ellos eran Arlet y Elian, una pareja extraña y loca, pero que su amor rozaba todo límite.

Dejando de lado lo sucedido continúan trabajando.

Tarareando la letra de la canción terminan rápido dejando la cocina impoluta, se secan las manos con una toalla y salen del lugar. Un cuerpo estampándose contra Elian rompe la burbuja, parece que las caídas hoy han sido cotidianas, Arlet algo impactada por el suceso ve a su prometido tumbado en el suelo y rápidamente le ayuda a levantarse, el causante del golpe se levanta algo apenado y los chicos observan que es un nuevo refugiado.

- Lo lamento. – dice el sujeto y sale corriendo del lugar dejando a los novios extrañados por su actuación.

- Creo que hoy ha sido el día más raro de mi vida. – dice Elian confundido, ambos le restan importancia a lo sucedido y siguen caminando. Se detienen en un pequeño campo plagado de distintos tipos de flores silvestres, se refugian debajo de un enorme árbol de sauce y se sientan en la banca que ellos mismos construyeron algunos años atrás. El viento mueve las hojas del árbol causando un suave sonido acompañado de los colores pasteles del atardecer y un olor a miel producido por las flores silvestres.

Elian empieza a cortar margaritas, amapolas y lavandas; entretejiéndolas forma una bonita corona floral que coloca en la cabeza de Arlet, los cabellos increíblemente negros de la chica no hacen más que resaltar los colores de las flores y sus ojos bicolores brillan tan intensamente causando que a Elian le parezca esta escena como una de las pinturas más bellas que hayan existido jamás. La chica le regala una dulce sonrisa a su prometido y coloca su cabeza sobre su hombro con sumo cuidado para no dañar la corona de flores.

Un silencio para nada incómodo se instala en el lugar, todo parece sentirse tan cómodo a manera de que ambos olviden lo mal que está el mundo por completo, no solo Ciudad Coliseo, todos los lugares en general. Pareciera que sus vidas no estuvieran en peligro a cada segundo y que fuera posible un final feliz para ellos, como si pudieran formar una familia feliz y normal, con sus hijos paseando por la ciudad o yendo a comer un helado los domingos. De tal manera que pudieran proteger su hogar y no someterlos a constantes persecuciones y muertes dolorosas.

Pero eso no podían prometerlo, no podían asegurar que todo iba a estar bien y que sus mayores preocupaciones fueran a que universidad enviarían a sus hijos, lamentablemente habían existido en una época en la que ser cristiano significaba morir; vivían en un mundo en el que amarse era inseguro, casarse un deseo y formar una familia, un sueño.

Eso fue uno de los principales retos que tuvieron cuando empezaron una relación porque ambos tenían miedo, tenían miedo de arriesgarlo todo por amor y terminar lastimados; porque sabían que no podían prometerse un futuro en el que terminarían juntos y porque conocían que un día uno de ellos o ambos podría dejar de existir. El riesgo era demasiado grande pues no concebían un futuro en el que ninguno existiera, sus corazones y sus almas habían sido capturadas por el otro y Dios había unido sus voluntades, las cuales eran servirle juntos y amarle a Él.

Pero se lanzaron al precipicio sin paracaídas y amaron al otro aun cuando el riesgo, conocían. Porque no querían ser cobardes, no querían perder a su otra mitad solo por miedo, debían ser valiente y confiar en los propósitos de Dios. Se amaban, vivían cada día como si fuera el último y estaban para el otro siempre que lo necesitaran y su principal motor para continuar adelante era Dios, cuando se comprometieron nada cambio simplemente dieron a conocer su amor al mundo. Anhelaban el día en el que frente a Dios y a los demás dijeran acepto porque ya estaba confirmado que el riesgo que corrían valía la pena.

Elian amaba a Arlet y Arlet amaba a Elian aun cuando no fuera seguro un feliz final.

Elian amaba a Arlet y Arlet amaba a Elian aun cuando no fuera seguro un feliz final

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