Capítulo XXIII

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Uno a uno empezaron a llegar al otro lado, Arlet recibía a los que llegaban y en segundos ya solo faltaba Honey, los dos niños y la madre de estos.

- Es muy peligroso que vayan solos los niños, sus brazos se cansarán más rápido y podrán soltarse. – avisa Honey a la madre de los pequeños, quienes miran emocionados la cuerda que los separa de los demás, claro que pasan por alto el hecho de que se encuentran a una mortal altura. La madre está consciente de los riesgos por lo que pregunta:

- ¿Qué haremos entonces? – su voz suena preocupada, como lo estaría cualquier madre al saber que pone la vida de sus hijos en una cuerda floja, que podría condenar la vida de estos y arrebatárselos.

Honey observa a su alrededor y rebusca en su mochila algo que pudiera ayudar, dos metros de cuerda es lo que encuentra y una idea llega a su mente.

- Cortaré la cuerda a la mitad y amarraré a uno de los niños a su cuerpo y otro al mío, así nosotras nos encargaremos de sujetarnos a la tirolesa y habrá menos riesgo de que caigan. – la cara de la madre muestra confusión y duda, claro le confía sus hijos a una desconocida y una cuerda, nadie diría que es una completa locura.

- ¿La cuerda de la tirolesa no se romperá? Es más peso. – agrega la madre tratando de considerar otras posibilidades.

Honey observa el cuerpo de la madre y el de ella, ambas son delgadas, la madre más que ella, por lo que el peso de una de ellas sumado con el de uno de los niños tendría como resultado el peso de un hombre de complexión promedia, como el que ha pasado de último.

- No, estaremos bien. Pero debemos darnos prisa o nuestro mayor problema no será pasar de un edificio a otro sino los cazadores. – advierte la morena, la madre asiente aun preocupada, pero sabiendo que no tiene otra opción.

Honey amarra el cuerpo de la niña al de su madre, pasa la cuerda por debajo de sus hombros y alrededor de su cintura.

- Agárrate fuerte a tu mamá pequeña, no te sueltes, cierra los ojos y solo inspira el aroma de tu madre. No tengas miedo vale, todo estará bien. – la pequeña solamente asiente con una gran sonrisa en su rostro y sin rastro de miedo.

La madre se coloca en la cornisa de concreto, suelta un gran suspiro y luego de sujetar sus manos alrededor de la cuerda, se deja llevar. En poco tiempo llega al otro lado, cuando Arlet la recibe puede notar su cuerpo temblar y su respiración agitada.

- ¿Están bien? – pregunta Honey por medio del intercomunicador a Arlet. La pelinegra sonríe para luego desamarrar a la pequeña del cuerpo de su madre, la niña ríe y grita un "otra vez" que causa las carcajadas de todo el grupo incluida la de Arlet.

- Si, la madre algo temblorosa, pero bien. Apresúrate. – pide Arlet recibiendo un "ok" de parte de la morena.

Honey amarra al niño a su cuerpo con rapidez, se para en la cornisa que los separa del vacío, se sujeta de la cuerda y sin pensarlo demasiado avanza empezando el descenso, el pequeño está aferrado a ella como un koala, afortunadamente, con el viento golpeando su cara y alborotando sus rulos consigue llegar al otro lado a salvo. La madre del niño se acerca ambos rápidamente y se encarga de desatar a su hijo, quien tiene las mejillas rojas y heladas. Un disparo que impacta y le hace un agujero de concreto es el que los distrae, dirigen su vista hacia el edificio del cual acaban de salir y aunque no pueden ver muy bien, debido a la separación y poca claridad, concluyen en que son los cazadores.

- Rápido Arlet. – exclama Honey indicándole a la chica que corte la cuerda por la cual pasaron. La pelinegra lo hace aunque no es probable que eso los detenga.

Arlet se dirige hacia el borde del edificio en donde hay barandillas de metal parecidas a las que había en el edificio anterior, con las cuerdas que Elian tomo del centro comercial y que se las dio a ella, sujeta los ganchos de metal a la barandilla de manera que no vayan a soltarse en pleno descenso.

- Listo, las cuerdas están listas. Ahora salten la barandilla, sujeten las cuerdas y deslícense hasta llegar abajo. – informa, todos se quedan dónde están, tiesos -. Rápido, no tenemos tiempo. – agrega y las personas comienzan a moverse, al ser cinco cuerdas un grupo de cinco personas baja primero.

- Muy bien Arlet, yo iré en el siguiente grupo junto con los niños. Ya pronto saldremos de aquí. – dice Honey a la pelinegra para luego darle un abrazo el cual Arlet corresponde, eso espera, salir de allí y saber que Elian está bien, él aún no se ha comunicado lo cual aumenta los nervios de la chica.

- No te preocupes Arlet, solo concéntrate por ahora en salir de aquí. ¿Vale? – agrega Honey al ver el rostro consternado de su amiga, ella sabe lo difícil que es mantener una relación siendo quienes son, pues el hecho de perder al otro es tan probable. Honey admira la relación de ambos chicos y como su amor ha sobrevivido a los obstáculos, solamente espera que puedan tener su "felices para siempre".

Cuando el primer grupo ha bajado, Honey baja con el siguiente grupo y con los niños amarrados a ella y a su madre como la vez anterior. Arlet baja de último, junto con una persona más, se sujeta firmemente de la cuerda hasta llegar al final del edificio y sentir la calle de concreto bajo sus pies.

- Vale, el túnel por el cual escaparemos está cerca, yo los guiaré. – informa Arlet, ella se coloca al frente y corre, con todos los demás siguiéndola. El grupo gira cuando ella gira y la velocidad no disminuye, están tan cerca de la libertad. Llegan a un pequeño callejón, al parecer todos los túneles se encuentran en callejones será para que no les descubran, quitan la tapa de metal y uno a uno entran. Arlet queda de última y luego de entrar cierra la tapa sobre su cabeza.

Lo lograron.


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