Capítulo XXVII

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Estaban a una semana de casarse y esa conversación seguía repitiéndose en la mente de Arlet. Honey estaba a punto de volverse loca porque aún no tenían el vestido de novia, Elian afortunadamente había conseguido usar el traje que su padre uso en su boda. Los chicos eligieron a Honey dama de honor, ella los mataría si no la hubieran elegido, y Elix sería el padrino, la noticia ya había sido dada a todo el refugio.

Las misiones aumentaron durante ese tiempo y algunas habían salido mal, varios cristianos habían sido atrapados, más que de costumbre, Arlet junto con Elian investigaban lo más que podían acerca de un posible espía y aunque Elix era uno de los sospechosos sabían que había muchas personas en el refugio que podrían ser culpables, por lo que mantenían una buena relación con Elix.

Una nube negra de tristeza inundaba al refugio por lo que la futura boda serviría al menos para darles un poco de paz a los corazones cansados.

- Arlet. – llama Iliana, la madre de Elian, a la chica que se encuentra sentada en la que esta debajo del sauce, Arlan y Elian jugaban a las escondidas en el campo. A Elix y Honey junto con otros chicos les había tocado hacer mantenimientos de los túneles por lo que no encontraban -. ¿Puedes venir un momento? – la chica asiente y deja el asiento para seguir a Iliana a la cabaña en la cual ella vivía junto con su esposo, Elian podía vivir con ellos, pero había decidido mudarse a las habitaciones del complejo.

Las cabañas estaban distribuidas alrededor de todo el complejo, eran de madera, rústicas a decir verdad, pero con su propia esencia. Iliana abre la puerta de su cabaña y el olor a pino y canela llega inmediatamente al olfato de Arlet, delicioso. El lugar tiene una cocina pequeña pues comúnmente todos comen en el comedor, hay una sala con muebles de madera y una mesita del mismo material en el centro; cuya vista da a una pared de vidrio por la cual se pueden ver los árboles y el campo de flores. Iliana dobla a la izquierda donde se encuentran dos habitaciones, las paredes del pasillo contienen fotos de ellos y algunos versos bíblicos.

Iliana entra en la habitación que se encuentra en la derecha, Arlet la sigue y se encuentra con una cama matrimonial con sábanas blancas, a ambos lados hay una mesita que contienen lámparas y algunos libros, en la pared sobre la cabecera hay colgadas cuerdas con luces y plumas blancas. Hay una larga y ancha ventana rectangular en la pared frontal que provee de luz natural, y una gran vista, a la habitación.

Iliana se dirige a un armario de madera sencillo y saca una bolsa blanca, lo coloca sobre la cama, le da una fugaz mirada a Arlet quien se encuentra confundida para luego sacar un vestido blanco de la bolsa. Lo extiende y lo coloca sobre una percha para sostenerlo y que Arlet lo observe. El vestido es precioso.

- Pruébatelo. – pide Iliana, Arlet lo toma y entra al cuarto de baño para colocárselo. Sale con el vestido puesto, Iliana la conduce hasta un largo espejo para que ella pueda verlo.

Arlet se mira en el espejo. El vestido es precioso y sencillo. Se ajusta a su cuerpo y le llega hasta los tobillos, está hecho de encaje el cual tiene un patrón abstracto, pero tiene tela  blanca por dentro que cubre todo su cuerpo y forma un escote corazón en el inicio de su pecho el cual se encuentra cubierto por el encaje que llega hasta su clavícula; las mangas llegan hasta su codo y se amoldan a la forma de sus brazos, sin embargo luego de pasar el codo se agrandan y toman forma campana que llega hasta la muñeca y cae holgadamente sobre esta. Es tan ella, sencillo y único. Su cabello negro cae sobre sus hombros resaltando aún más el blanco del vestido.

- Ese vestido lo usé el día de mi boda, la cual hicimos aquí también, solo que yo era más delgada en ese entonces. – ríe y provoca una risa en Arlet que no aparta los ojos del espejo y del vestido -. Supe que no tenías uno y quise dártelo, claro que si no te gusta no tienes que usarlo.

- Me encanta. – se apresura a responder Arlet -. Es perfecto y sencillo, me encanta, aunque creo que Honey preferiría uno más ostentoso. – bromea para reír y no llorar a causa de las emociones que la bombardean.

- Siempre supe que ustedes dos terminarían juntos. A pesar de que muchas veces negaron lo que sentían. – Arlet la ve con una sonrisa.

- ¿En serio? – pregunta Arlet divertida.

- Sí. Sé que muchas veces lo negaban por miedo a perder al otro, cosa que es común siendo quienes somos. Yo sé lo que es tener miedo, con Yannick llegamos a tener los mismos miedos que tuvieron ustedes, porque sabíamos a lo que nos enfrentábamos, en el fondo tuvimos miedo de enamorarnos y perder de inmediato a la persona que amábamos, cosa que ha pasado más veces de las que quisiera. Cuando Yannick fue herido y estuvo a punto de morir supe que no podía cambiar el destino que nos espera a todos, la muerte. Comprendí que moriría algún día, estuviera con Yannick o no, así que decidí no tener miedo y confesarle lo que sentía. Hoy que veo atrás, agradezco haberme arriesgado, agradezco haberlo amado y por eso vivo cada día desde entonces sin miedo, ese al que muchas veces le damos el poder de quitarnos las cosas buenas. – cuenta Iliana con algunas lágrimas en los ojos.

- Yo también agradezco haber aceptado de una vez lo que sentía y amar a Elian. Aunque muchas veces me preocupe demasiado por él. – admite Arlet riendo.

- Sigan adelante vale. No tengan miedo y confíen en Dios, ámense cada día más que el anterior y tengan siempre en su mente este verso: El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor, no se goza de la injusticia, más se goza de la piedad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 1 Corintios 13:4-7

El amor todo lo puede, incluso lo que parezca imposible. Todo lo cree, no se deja llevar por las mentiras que digan terceros. Todo lo espera, pacientemente confía en el tiempo de Dios. Todo lo soporta, las pruebas que cada día se tienen las soportan, pero juntos. Así es el amor, al menos, el que viene de Dios.

 Así es el amor, al menos, el que viene de Dios

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