- Nosotros iremos, si alguien más quiere acompañarnos puede hacerlo. – informa Elian causando un silencio sepulcral en la, antes bulliciosa, sala de mando. El chico aprieta con fuerza la mano de Arlet a lo que ella hace lo mismo, él voltea a verla y la chica le ofrece una sonrisa. Sabe los peligros a los que se están enfrentando y el miedo es completamente normal.
Pueden observarse los rostros de preocupación o indecisión de muchos, pero nadie se atreve a mencionar palabra. Hasta que Honey habla:
- Nosotras iremos con ustedes. – dice refiriéndose a ella junto con su madre y hermana, Elian da un suspiro de agradecimiento y les brinda una sonrisa.
- Bien pueden ir, pero por favor tengan demasiado cuidado no sabemos lo que hay en ese lugar. – informa Yannick. La madre de Elian, Iliana, se acerca a su hijo y a su futura nuera. Los abraza a ambos con fuerza y sus ojos castaños, iguales a los de su hijo, se encuentran llorosos.
- No se preocupe madre, cuidaré de él y sé que él cuidara de mí. – dice Arlet tomando las manos de Iliana entre las suyas, la ha tratado como una madre desde que llego al refugio al igual que al padre de su prometido. De la misma manera ellos le tienen un cariño paternal a la chica. Yannick se acerca y pasa su mano por la cintura de su esposa dejando un pequeño beso en su cabeza, son un verdadero ejemplo de una pareja unida por Dios, él les regala una sonrisa a los chicos y dirigiéndose a todos dice:
- Que estamos atribulados en todo, más no angustiados; en apuros, más no desesperados; perseguidos, más no desamparados; derribados, pero no destruidos; llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos. Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. 2 Corintios 4:8-11. Sé que todos tenemos miedo y la muerte está cerca de nosotros en todo momento, pero tengamos fe en Dios al igual que aceptemos sus propósitos.
- Es muy fácil decir Señor cuando todo nos va muy bien, cuando brilla la luz del sol en cada amanecer, es muy fácil solo vivir sin pensar en El que nos creó, sin dar gracias por existir y olvidarnos de él. – empieza a cantar Honey con la dulce voz que la caracteriza, uno a uno empiezan a sumarse al coro.
- Brilla o no brille el sol, haya o no haya luz, yo te agradeceré lo mucho que me amas, en lo mucho o en la nada, riqueza o pobreza yo sé que tú de mí siempre te acordaras. Y aunque sé que el vivir aquí no es completa felicidad, el haberme salvado a mí, me hace ser muy feliz, yo no sé qué sería de mí, si yo no te tuviera a ti, pues por ti puede subsistir en un mundo de error. – terminan de cantar, algunos tienen lágrimas en sus ojos y las caras de otros lo dicen todo: están preocupados porque saben que pasara una de dos cosas, o viven, o mueren.
Los que irán al rescate se dirigen a una de las puertas de la sala de mando en donde se encuentran varios casilleros metálicos y algunos vestidores para chicas, todos empiezan a prepararse en completo silencio, sumidos en sus pensamientos. Las chicas se colocan su traje negro el cual posee algunas aplicaciones metálicas y varios bolsillos en la cintura; tienen un león dorado brillante bordado en el pecho del uniforme, se ponen una falda suelta cuyo largo es de una cuarta antes de la rodilla y unas botas negras. El traje de los chicos es el mismo a excepción de la falda, claro, aunque esta vez solo ira Elian. Igualmente en mochilas negras de cuero cargaban los dispositivos necesarios para las misiones.
Honey junto con su madre y hermana salen de los vestidores dejando a Arlet y Elian solos, el chico se sienta en una de las bancas que se encuentran por todo el lugar con sus manos entrelazadas entre sí, el traje solo hace que resalte su blanca piel al igual que la de Arlet.
Ella se sienta al lado de él, el chico voltea a verla y se sienta de manera que quede frente a ella y pueda contemplar su delicado y aniñado rostro, esos centelleantes ojos de diferente color y ese cabello oscuro que le encanta. Arlet lo contempla, detalla su rostro cuadrado y su mandíbula marcada, sus vivaces ojos castaños y esos rebeldes mechones rubios que caen sobre frente aun cuando su cabello sea corto no puede controlarlos, admite que su físico no es en nada parecido a su tierna personalidad. Ambos tratan de grabar cada detalle de sus rostros y cada momento que han pasado juntos.
Como cuando se conocieron por primera vez, cuando se hicieron novios o cuando se comprometieron debajo del mismo sauce en el que estuvieron juntos ayer.
- Prométeme una cosa por favor. – pide Elian observando a Arlet, toma las manos de su prometida entre las suyas –. Prométeme por favor que si algo sale mal y yo no regreso de esta misión o de alguna otra vas a compartir tu felicidad con alguien más, prométeme que vas a amar a otra persona aunque no sea yo, prométeme que no te vas a cerrar al amor. – pide el chico con sus ojos cristalizados y su voz rota.
Arlet niega ante la petición, lágrimas bajan por sus mejillas mientras continúa negando.
- Eso no puedo prometerlo, no puedo prometer que te dejaré ir y amaré a alguien más porque para mí el único amor de mi vida serás tú y Dios, nadie más.
Ambos comparten un tierno beso que contiene tantas emociones, el miedo e inseguridad son las que predominan porque no quieren aceptar que esta pudiera ser la última vez que se vean, la última vez que se besen, la última vez que estén juntos.
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P E R S E G U I D O S
General FictionEn el año 3095 Ciudad Coliseo cumple más de 100 años de persecución y asesinato a los cristianos, ¿qué podría tener de diferente esta vez? Arlet no lo sabe pero las cosas iban a cambiar más de lo que ella imaginaba, para bien o para mal. Pero nadie...