Capítulo XI

42 7 16
                                    

A las diez de la mañana luego de que todos se desayunaran Yannick llamo a Elian y Arlet a la sala de mando. Ellos atendieron al llamado acompañados de Arlan, el pequeño no había dicho más que su nombre, pero por alguna razón era muy apegado a los chicos tanto así que no había querido quedarse con una de las familias del refugio, muchas veces cuando hay niños pequeños y huérfanos las familias del lugar se ofrecen a cuidarlo hasta que sea mayor de edad, sino que se aferró a Elian y se quedó con él. Llegando a la sala se acercaron a Yannick e Iliana quienes los esperaban.

- Hola, chicos ¿lograron dormir? – pregunta Iliana mientras Arlan se sube en las piernas de ella.

- Si, aunque hubo un pequeñín que me levanto temprano. – expresa Elian con una sonrisa refiriéndose a Arlan.

- Al parecer tenía hambre y teniendo un gran cocinero no podía desaprovechar la oportunidad. Puso a Elian a que le preparara panqueques. – secunda Arlet divertida, los padres de su prometido se ríen mientras ven al pequeño esconderse en el cuello de Iliana con sus níveas mejillas sonrojadas.

- Queríamos hablaros precisamente de Arlan chicos. – informa Yannick, el mencionado saca su cabeza del cuello de Iliana y observa a los presentes -. Tenemos que decir con quien va a quedarse no puede ir de mano en mano, necesita una familia estable.

Los prometidos se observan entre sí, saben exactamente lo que el otro piensa y ambos coinciden. Se toman de las manos y responden:

- Queremos que él se quede con nosotros. – dicen al unísono, para que luego Elian aclare -: Claro, si eso es lo que él quiere si no podemos buscar a otras personas.

El pequeño se levanta de las piernas de Iliana y se abraza a las de ambos chicos, luego con sus ojos brillantes y lágrimas en sus mejillas dice:

- Yo los quiero a ustedes. – sabe perfectamente que su padre no está, lo entendió cuando no se levantó del piso y le dijo que todo estaría bien, lo confirmo cuando no vino al refugio con él. Se sentía a gusto con Elian, había dormido con él y le había preparado panqueques no podía ser mala persona; Arlet lo había abrazado y protegido cuando los malos le atacaron, tampoco era mala. Elian le había contado que Arlet era la mujer a la que él amaba, mientras veían las estrellas a través de su cuarto la noche anterior, y que sería su futura esposa; él entonces entendió que eran parecidos a su papá y mama, siempre estaban juntos y se daban besos después de todo ya estaban casados para él. Los quería mucho aunque apenas los conocía, así era y no imaginaba estar con nadie más. Elian lo tomo en sus brazos y Arlet le dio un beso en la frente.

- Aun así chicos ustedes no están casados todavía, debe de quedarse con alguno de ustedes mientras tanto. – explica Yannick y tiene razón.

- Puede quedarse con Elian, él tiene espacio mientras que Honey se está quedando conmigo y no cabemos todos en mi cama. – opina Arlet, Elian asiente y le da un beso a la pelinegra.

- Hablando de Honey quiso que hoy colocáramos las luces en el árbol. – informa Yannick, los chicos asienten y despidiéndose de los padres de Elian salen del lugar.

A las tres de la tarde, pasado ya el almuerzo, los chicos llevaron a Arlan a su lugar favorito, debajo del sauce, en el campo de flores y en la banca que construyeron. Recordaban a la perfección como había sido ese día, cuando con las ramas que encontraron en el suelo y clavijas de hierro que Yannick les había dado construyeron esa banca y donde se mantenían aún grabados sus nombres en el respaldar de esta debajo de una frase que decía: Perseguidos; más no desamparados. Veían al pequeño corretear por todo el campo jugando con las mariposas o soplando dientes de león.

Y en ese instante allí sentados, con la cabeza de Arlet sobre el hombro de Elian viendo a Arlan jugar era como si de alguna manera todo fuera normal, como si simplemente fueran una feliz pareja viendo jugar a su hijo y para que mentir les encantaba ese momento aunque fuera corto, esperaban que algún día pudiera ser así para ellos, pero mientras tanto eran perseguidos y solo podía terminar de una manera, mal o bien.

- Ya es hora de que coloquemos las luces en el árbol. – dice Elian, Arlet sabe a lo que se refiere.

Los cristianos tenían una manera de recordar a aquellos que se habían ido.

La mayoría de los cristianos habían sido muertos en el Coliseo u otros ataques en los cuales no se podía enterrar su cuerpo así que tenían una manera especial de recordar a los que ya se encontraban con su Señor, esta consistía en colocar una cadena de luces alrededor de un gran sauce que se encontraba en el centro de todo el refugio, exactamente en el centro del hexágono. 

El árbol era enorme, su tupido follaje era semejante a una cortina que tapaba el tronco de este, cuando un cristiano dejaba esta tierra sus familiares o amigos, junto con todos los refugiados, se reunían alrededor del árbol y luego de elevar una canción especial para ese momento; se le daba a su familia una línea de pequeñas luces blancas que se colocaban en las ramas o en las hojas del sauce.

Las luces no necesitaban una corriente eléctrica, sino que brillaban por sí solas en la noche. Cuando los últimos rayos solares del día empezaban a desvanecerse se colocaban las luces y cuando la noche aparecía el árbol se iluminaba con intensidad, era casi mágico. Lleno de luz y belleza, representadas sus vidas con luces eternas daban la impresión de que allí permanecían, que no se había ido, que seguían con vida. Majestuoso, como si estuviera el cielo en tierra, se recordaban como estrellas a los que ahora disfrutaban la vida eterna.

Llaman a Arlan y juntos se dirigen al centro del refugio, al árbol. 

 

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
P E R S E G U I D O SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora