Capítulo X

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El hambre hace que Arlet se despierte, al parecer llorar te provoca sueño y en ese momento nadie tiene ganas de hacer nada. Mira a través de la ventana del cuarto de Elian dándose cuenta de que ya está por anochecer, observa a Elian acurrucado junto con Arlan en uno de los camarotes. Yannick e Iliana están durmiendo abrazados en otra de las camas y Honey está arropada y completamente dormida en otra.

Arlet se levanta tratando de no despertar a nadie, pero no tiene suerte porque se tropieza con la mesa de noche y despierta al pequeño Arlan el cual a su vez despierta a Elian con su movimiento. Estos observan a Arlet y luego de que ella les haga una seña para que no hagan ruido, se levantan y la siguen.

Abren la puerta y sujetando a Arlan, Elian de una mano y Arlet de otra; se dirigen hacia la cocina. Llegan al comedor y la encuentran llena debido a la hora de cenar, un olor a pollo asado y puré de papas alborota sus estómagos, afortunadamente todos los refugiados siguen en sus asuntos, algo que los chicos agradecen, no quieren tener que empezar a responder preguntas.

Llegado su turno le piden a la cocinera tres comidas extra para los demás, a lo que ella amablemente se las entrega empacadas en recipientes de plástico para que no tengan que llevar bandejas, con la comida en mano se dirigen a la habitación en donde todos siguen dormidos. El olor a comida parece despertarlos en segundos y entregándoles su cena a cada uno, dan las gracias y proceden, no a comer, sino a devorar los alimentos, con justa razón porque los chicos ni siquiera habían desayunado y los padres de Elian tampoco almorzaron.

Luego de terminar de comer, Yannick habla:

- Honey sé que esto debe ser difícil para ti y que puedes no entender el porqué de las cosas, lamentablemente yo tampoco lo sé. Comprender los propósitos de Dios es imposible la mayoría del tiempo, pero hay una cosa que sí sé y es esta: Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro. Romanos 8; 38-39. Sé que esto probablemente no alivie tu dolor, pero algo que debes saber es que ahora tu madre y hermana están con su Creador, disfrutando con Aquel que las amo y al que decidieron seguir. La muerte, para los que decidieron creer y seguir a Cristo, es simplemente un medio para verle y para estar con él en un lugar donde no hay dolor ni tristeza. Confía en que están disfrutando, que ya no van a sufrir, que son felices. Esperamos con gozo ese día en el que nos reuniremos con Él, mientras tanto sabemos que nada, ni siquiera la muerte nos podrá separar de su amor. – explica Yannick, Honey llora en silencio y todos se acercan a abrazarla, hasta el pequeño Arlan que no sabe qué sucede.

- Estamos aquí para lo que necesites, para hablar o acompañarte en silencio, no estás sola Honey y nunca lo estarás porque aunque algún día nosotros no estemos siempre tendrás a un Dios en los cielos que cuida de ti. – expresa Elian dejando un beso en la cabeza de la morena.

- Te queremos mucho. – dice Arlet abrazándose con más fuerza al cuerpo de su amiga. Y allí en medio de la noche con lágrimas en los ojos y abrazada por su familia Honey cerró los ojos y espero que todo estuviera bien, pero eso estaba lejos de serlo.

Al día siguiente Arlet amanece abrazada al cuerpo de Honey en su habitación, luego de las palabras de anoche todos se fueron a dormir, Arlan se quedó con Elian y Honey decidió dormir con Arlet, no quería estar sola y la pelinegra lo entendía. Mira por la ventana y presencia los primeros rayos de luz del día, el reloj en la mesa de noche marca las cinco y media.

Arlet se levantó deshaciéndose como pudo del abrazo de la morena, estaba sucia pues del cansancio ni siquiera se bañó, busco ropa en el armario y tomo la toalla para dirigirse a las duchas. Las duchas estaban divididas en dos secciones, hombres y mujeres, con casi cien duchas por sección, eran pequeños espacios unipersonales divididos por paredes de color verde azulado y puertas de vidrio polarizado, en la parte de arriba había un rascacielos de metal con pequeños agujeros del cual salía el agua. 

Estuvo casi una hora bañándose, el lugar estaba solo y se dio el tiempo para lavarse el cabello el cual tenía tierra y ceniza del día anterior. Se vistió y salió del lugar sintiéndose limpia.

Paso a dejar sus cosas en la habitación, Honey seguía dormida. Se topó con Elian y Arlan en la cocina, la cual estaba vacía pues el desayuno era a las nueve de la mañana, viendo como su prometido preparaba panqueques para el pequeño y vaya que lo estaba haciendo bien, el olor a miel de maple y mantequilla le inundo la nariz y le revolvió el estómago, claramente la cena de la noche anterior no la había llenado.

El pequeño corrió hacia ella cuando la vio y se asió a sus piernas en un intento de abrazarla. Arlet lo levanto y lo tomo en sus brazos proporcionándole un beso en la mejilla que hizo sonreír a Arlan. Con el niño en brazos se dirigió hacia su prometido dándole un beso en la mejilla para evitar que se distrajera y quemara la comida, sentó a Arlan en una de las sillas de la cocina para ayudar a Elian con el café y preparar el chocolate caliente para Arlan.

Cuando todo estuvo listo llevaron los platos y se sentaron en la primera mesa del comedor, luego de dar gracias por los alimentos procedieron a comer y no está de más decir que la comida estaba deliciosa, Elian siempre había cocinado muy bien e incluso Arlet había aprendido a hacerlo gracias a él, su madre no pudo enseñarle a cocinar, pero siempre le había gustado por lo que Elian se dispuso a ayudarle y ahora era una actividad que ambos disfrutaban haciendo juntos. 

Luego de comer y limpiar la cocina salieron del lugar pues las cocineras llegaron para preparar el desayuno y muy pronto el comedor se llenaría.

Luego de comer y limpiar la cocina salieron del lugar pues las cocineras llegaron para preparar el desayuno y muy pronto el comedor se llenaría

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