Capítulo XXV

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Al salir del túnel y llegar al refugio notaron los primeros rayos del amanecer, el cielo estaba pintado de colores rosa y naranja. El amanecer anunciaba un nuevo día mientras caía sobre las hojas de los árboles del refugio y se colaba por las ventanas del lugar. Los chicos podían presenciar a un grupo de personas, entre ellos los padres de Elian y el pequeño Arlan, que atendían a los nuevos cristianos que formaban ahora parte de los refugiados, algunos desaparecían dentro del complejo hexagonal siendo arropados con mantas y siendo guiados a sus nuevas habitaciones. La madre de los pequeños fue llevada a las cabañas que solo eran usadas por familias.

Arlan, al ver a los chicos, corre hacia ellos y se estampa contra sus cuerpos, los prometidos lo rodean como pueden con sus brazos y juguetean con su melena dorada, los ojos del niño brillan a causa de las lágrimas que mantiene retenidas.

- ¿Qué sucede Arlan? – pregunta Elian al ver las lágrimas bajar por sus aterciopeladas mejillas, los chicos dirigen su vista al lugar donde esta posada la mirada de Arlan, que resulta ser en la venda que cubre la herida de Elian. El pequeño pasa sus suaves dedos sobre la venda, sintiendo la rugosa textura y se detiene frente a la pequeña mancha de sangre que contrasta con el color blanco de la gasa.

Sus labios se curvan y deja escapar un sollozo ahogado, levanta su vista para observar a Elian quien tiene una mirada triste y los ojos cristalizados, sabe el porqué de la reacción del niño, la cual es el miedo a perderlo como lo hizo su padre.

- No quiero que te vayas, por favor nunca me dejes. – expresa arrodillándose y sujetándose fuertemente a las piernas de Elian, el chico traga con fuerza porque no es algo que pueda prometer y eso le rompe el corazón, el algún día se irá y lo dejara solo en este horrible mundo en el que le tocó vivir y que le ha arrebatado tanto.

- Créeme, haré todo lo posible para nunca dejarte solo. Te prometo que te cuidaré durante toda mi vida y estaré a tu lado mientras viva. – expresa Elian con su voz ahogada, agachándose a la par del niño y sujetando su rostro entre sus manos le regala un beso en su frente. Arlet observa la escena, conmovida, y viéndose de esa manera tan familiar le hace desear estar así todo el tiempo, juntos, seguros y en paz.

Elian se dirige a la enfermería mientras Arlet junto con Arlan se dirigen a la habitación de la chica, en la que encuentran vacía la alcoba a excepción de Honey que esta acostada en el camarote que comparte con Arlet y no se inmuta ante la presencia de ellos. Ambos se acuestan en uno de los camarotes pertenecientes a una de las compañeras de cuarto, Arlet se quita las botas y el traje, se coloca un pantalón de pijama y una camisa holgada, para luego acostarse junto a Arlan en la litera; coloca sobre ambos la manta de algodón y luego de que Arlan se abrace a ella, ambos se quedan dormidos.

El estómago hambriento de Arlet causa que esta se despierte, Arlan sigue dormido a su lado, pero se despierta segundos después. Arlet echa un vistazo a la litera en la cual se encuentra Honey, aun dormida.

- Espérame unos minutos aquí, vale. – pide Arlet a Arlan quien asiente ante su petición y se vuelve a acostar. Mientras tanto Arlet se dirige a los baños para darse una ducha rápida que tarda cinco minutos, luego de vestirse con una falda de mezclilla y una camisa blanca, vuelve al cuarto encontrándose con Arlan sentado en la litera.

Le ofrece la mano para dirigirse al comedor a almorzar pues el reloj en la mesita de noche marca las doce en punto. Se encuentran con el comedor abarrotado y el olor a pollo frito, normalmente las provisiones y el dinero en general venían de los antiguos trabajos que tenían los refugiados antes de ser perseguidos además que varios de los que se encontraban allí tenían trabajos en Ciudad Coliseo que sustentaban las necesidades de los refugiados todo esto sumado a los ahorros que se habían guardado desde el inicio de la persecución con lo cual habían construido el refugio y mantenían la vida en el lugar, gracias a Dios que no les faltaba nada.

Al parecer Elian no se había levantado aun pues no lo encontraron en el comedor, luego de las risas compartidas con Arlan, Arlet y el pequeño se dirigen a su lugar favorito, bajo el sauce deteniéndose un momento en la habitación de Arlet para llevar algunas mantas. La brisa moviendo las hojas del sauce y los rayos del sol dándole un aspecto etéreo a las flores silvestres solo recuerdan a Arlet que el otoño se acerca y junto con él, su futura boda.

El viento agita los dientes de león llevándose consigo parte de ellos, el tiempo parece ausente en ese lugar y el sutil olor de la mezcla de flores provoca el deseo de inspirar el dulce olor allí presente, recostarte en la suave grama y mirar el azulado cielo.

Arlet no se da cuenta de la presencia de Elian hasta que él está recostado a la par suya y juguetea con sus negros cabellos.

- ¿En qué piensas? – le pregunta el chico a su prometida la cual tiene la mirada fija en Arlan quien sopla dientes de león.

- En la boda. – responde sincera provocando una diminuta sonrisa en el rostro de Elian, ella se vuelve a observarlo posando su vista en sus castaños ojos.

- Hablando de eso. – dice Elian metiendo su mano en el bolsillo de su pantalón de mezclilla y sacando de este un diminuto objeto circular que provoca un resplandor cuando los rayos del sol se encuentran con él, Elian lo esconde en su puño y mira a Arlet con una sonrisa.

Elian abre el puño y un anillo de metal grisáceo, probablemente de plata, con una piedra de color azul eléctrico en el centro provoca que Arlet lo vea con esa mirada intensa que solo ella posee.

- No te había dado uno, en una de las salidas que tuve observe este anillo en una tienda y me recordó a ti, es tu color favorito después de todo. – toma la mano izquierda de la chica y desliza el anillo en su dedo anular.

Arlet le da un beso corto en los labios para luego abrazarlo con fuerza.

- Me encanta. – expresa con voz ahogada.

- También compré los anillos de casados. – anuncia Elian sacando de su bolsillo una caja de terciopelo negro, la cual al ser abierta contiene dos anillos de plata. Uno tiene pequeñas piedras azules y otras transparentes intercaladas, una azul y una transparente. El otro es igual solo que en vez de piedras azules son piedras ambarinas, intercaladas igualmente con piedras transparentes -. El ámbar es tuyo y el azul es mío, siempre me has dicho que mis ojos tienen motas doradas por lo que cuando lo veas te acordaras de mí, y yo, cuando vea el mío, me acordaré de ti.

- Son preciosos Elian. – expresa Arlet para luego verlo y darle una amplia sonrisa.

Están tan cerca de ser marido y mujer.


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