Capítulo 28.

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MI MEJOR IDEA POR LA SIGUIENTE SEMANA FUE VOLVER A IGNORAR MIS SENTIMIENTOS.

Armé un fuerte con paredes más altas y resistentes para separarme del mundo. Aunque Dita sabía que algo me pasaba—considerando que el sábado había aparecido en su casa al borde de las lágrimas y no había dicho una palabra en todo el día—, no me había presionado; mi fuerte se mantuvo erguido. Me concentré en pasar tiempo con ella y Quinn. Incluso había comenzado a hablar en los recesos o clases con Matt Talbi y me atrevía a llamarlo un conocido, al menos. Era divertido pasar tiempo con él. La vida resultaba ser buena si pretendía que ellos tres eran los únicos que existían.

Quinn, Dita y yo estábamos acostadas en la cama viendo nuestra segunda película del maratón de Harry Potter ya que llovía y, según Quinn, era obligatorio ver esa saga en un día lluvioso. El cuarto estaba totalmente oscuro—y la poca iluminación de la película no ayudaba—, se escuchaba cómo la lluvia chocaba contra el ventanal y estábamos bien abrigadas dentro de las sábanas de satén de Quinn. Ni siquiera yo le podía encontrar el lado negativo a la situación.

Hasta que Quinn se levantó diciendo que iba al baño, salió del cuarto a pesar de tener un baño allí dentro, y volvió cinco minutos después con Noah por detrás.

Dita había encendido la pequeña lámpara en una de las mesitas. Ofrecía una muy tenue luz, más sobre nosotras que ellos, pero podía notar la incomodidad de Quinn a juzgar cómo pasaba su peso de un pie a otro. Noah, más atrás, estaba casi cubierto por la oscuridad.

Me senté de inmediato, avergonzada de que me viera con las mantas hasta la nariz.

—Lo siento mucho. —El tono alegre de Quinn fue reemplazado por algo más serio. Primera señal de que algo iba mal—. No lo habría traído aquí si no fuera importante.

—Podrías haber dicho que estabas con ellas. —Noah también sonaba más quedo de lo normal, y eso era decir bastante.

—¿Y que te fueras? No. Lo siento —repitió para nosotras—, espero que lo puedan ignorar.

—No pasa nada —Dita recuperó la voz antes que yo—. Hay espacio de sobra.

—¿Liv?

Pasé la mirada entre ellos. Si no hubiera notado algo extraño, un cambio sombrío en el ambiente, habría dicho algo sarcástico. En cambio, me encogí de hombros, fingiendo una indiferencia que ya no sentía. Me había tensado inconscientemente al verlo.

—Me puedo ir, no tienes que pretender que no te molesta.

—No lo hago. Mientras que no seas de los que hablan en las películas —agregué para intentar aligerar el humor.

—Genial. Ahora tú —Quinn apretó un dedo contra el pecho de Noah, recuperando en parte su compostura de siempre—, ve a ducharte o te enfermarás. Y nosotras seguiremos con la película.

Algo definitivamente no cuadraba. Y no solo porque Noah parecía empeñado en que su rostro estuviera lejos de la luz.

El hecho de que Noah le hiciera caso sin chistar fue otra señal de que algo había pasado. Aceptó la ropa que Quinn le lanzó desde su vestidor y se metió al baño al lado de éste. Nadie reanudó la película. Esperé por lo que se sintieron horas a que comenzara el agua de la ducha, pero nunca llegó.

Aunque sabía que era una entrometida de mierda y que no tenía ningún derecho, en especial considerando que no habíamos hablado en lo absoluto en casi un mes, pregunté:

—¿Puedo ir a hablarle?

Quinn, que se había sentado a mi lado con la mirada perdida, asintió levemente.

El Manuscrito (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora