Capítulo 44.

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DEBÍA DARLE A MAMÁ EL CRÉDITO ADECUADO.

Había intentado suicidarse, sí, pero al menos había esperado a que el reloj marcara el fin de mi cumpleaños.

Lo único que la había salvado era que mi abuela se había despertado para hacer pis en medio de la noche. Algo tan mundano había marcado la diferencia.

De alguna manera, no me había sorprendido cuando Hunter había explicado lo poco que sabía en el camino. Había sido invitada de honor por meses en el declive de mi madre; sabía que solo era cuestión de tiempo.

Y el tiempo decidió que tocara fondo ese día.

—Estará bien —dijo Hunter por milésima vez—. Estará bien, ya verás.

Mientras que yo había decidido quedarme en silencio total por horas, solo apartando la vista del suelo para comprobar que Hunter no estuviera teniendo un ataque en las raras ocasiones en que se callaba, o solo moviéndome cuando notaba que Noah lo hacía—para tomar su mano con fuerza y evitar que se fuera. Ninguna de las veces que se había movido había sido para irse, sino para acomodarse mejor, pero el miedo, por algún motivo, estaba.

—Preguntaré si hay novedades —avisó mi abuela.

La había visto pasar frente a mí como cinco minutos atrás, y cinco minutos atrás de cinco minutos atrás, y cada vez que Hunter decía lo mismo. Me sabía la rutina de memoria, así que no me sorprendí cuando Noah apretó mi mano y preguntó:

—¿Quieres tomar algo?

Negué con la cabeza.

—¿Algo que necesites?

Volví a negar.

—Estará bien —murmuró Hunter para sus adentros como en señal—. No puede morir. No se supone que las madres pueden morir antes de que los hijos tengan hijos. Por Dios, aún somos adolescentes.

—Creo que iré a buscar café.

Tironeé de la mano de Noah para que no se fuera. Lo aceptó.

—¿Debería llamar a Papá? Siento que querría saber si sus hijos se están por quedar sin madre. O no.

—Deberías esperar a tu abuela.

—¿Y qué si vuelve diciendo que mi madre está muerta? No, no puede morir. Estará bien. ¿Estará bien?

Nadie le respondió, por lo que recurrió a murmurar afirmaciones como si decirlo hiciera que se cumpliera. Mi estómago revuelto y mi corazón partido no me permitían ser tan optimista. En mi mente, ya estaba de duelo.

—No hay novedades —dijo mi abuela al regresar, como sabía que haría—. No sé qué les toma tanto tiempo.

—Quizás está muerta y no nos lo quieren decir.

—¡Hunter! No digas esas cosas. No las pienses siquiera.

—¿Debería llamar a Papá?

—No.

—¿Livi?

Lo ignoré, el suelo blanco y brillante siendo más interesante que discutir algo tan estúpido. Tiró de mi cabello con fuerza y alcé la vista con cansancio.

—No molestes a tu hermana.

—Livi, ¿crees que debería llamar a Papá?

Negué con la cabeza y volví a lo mío.

—A la mierda, lo llamaré.

Vi de reojo como Hunter se paraba para irse, ignorando las quejas de mi abuela. Cuando volvió y avisó que nuestro padre estaba en camino, me puse en pie bruscamente. Me fui sin dar explicaciones y pensé que sin que me siguieran cuando alguien tomó mi muñeca. Giré con desinterés, sin sentir que estaba en mi cuerpo, a encontrarme con Noah.

El Manuscrito (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora