Capítulo 16.

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EL SÁBADO ME DESPERTÉ CON UN PROPÓSITO.

Así como tenía días en los que apenas abría los ojos sabía que algo iría mal, había otros en los que me sentía como una persona nueva al despertar; con ganas de estudiar, organizarme e incluso hacer un esfuerzo por socializar con el mundo. Afrodita probablemente había hecho una de sus cosas de bruja para que me despertara y estudiara, porque no tenía otra explicación lógica.

Me desperté temprano a la mañana naturalmente, desayuné con algo más que café negro y luego me di una corta ducha—aunque solía tardar horas—para no perder tanto tiempo del día y poder estudiar. En el silencio de la mañana, entonces, hice eso exactamente: estudié y estudié por horas sin distracciones, hasta que mi hermano se despertó y apareció en la cocina, luciendo más feo que nunca. No llevaba remera, así que pude ver los vendajes que suponía le había hecho Tristan en uno de sus costados. Tenía los dos ojos morados e hinchados, labios horribles y aspecto general del rostro destruido, aunque quizás eso tuviera más que ver con su ceño tan fruncido que se le formaron arrugas en la frente y mirada como si tuviera a un extraterrestre frente suyo.

—¿Qué? —solté.

—¿Son esos...? —Se acercó y tomó una de mis hojas esparcidas por la mesa—. ¿Análisis de poemas de Safo? No me digas que estás estudiando.

—A partir de hoy soy una nueva Olivia.

—Todos los meses dices lo mismo.

Le saqué la lengua como si tuviera cinco años y volví mi atención a las oraciones de latín. Era la asignatura a la que más atención le ponía porque el examen sería el primero de todos. Además, era la única en la que Noah me había llegado a ayudar, por lo que entendía más que con el resto.

Hunter se hizo un café y fue a sentarse frente a mí, chocando sus dedos contra la taza. Lo conocía tan bien que sabía que quería decir algo serio—lo que nunca pasaba.

—Habla o vete —dije.

Dio un largo, largo sorbo de café antes de aclararse la garganta estruendosamente.

—Lo siento, o lo que sea. Por lo de ayer.

Rodé los ojos. Raramente se disculpaba por algo, mucho menos conmigo, y estaba bien. Éramos hermanos después de todo, no diplomáticos.

—Una explicación no estaría mal.

—No tienes por qué saber.

—Si no lo sé, asumiré que estás en graves problemas. Del tipo que me obligaría a decirle a la abuela.

Jadeó con horror. ¿Es que siempre tenía que exagerar todo? Y después decían que yo era dramática...

—No lo harías.

—Sabes que sí.

Él ya no me conocía lo suficiente para saber que estaba mintiendo. Lo miré por unos segundos, seria, para que entendiera el mensaje. Negó con la cabeza, decepcionado, antes de comenzar a hablar.

Se había metido—como había supuesto—en el mismo problema de dos años atrás: se había atrasado con la paga a Marco, quien lo había arrastrado al negocio de las drogas temprano en la secundaria, y él lo había amenazado, una última advertencia antes de que las cosas se pusieran aún más violentas. Si no le pagaba en los próximos días, sus próximos golpes no serían tan "amistosos". No sabía cómo haría para conseguir el dinero. Hunter también dijo que algo parecido había pasado unas semanas atrás, otra amenaza por la tardanza de sus pagos, pero que lo había solucionado solo; esperaba poder volver a hacer lo que fuera que había hecho aquella vez.

El Manuscrito (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora