ME DESPERTÉ CON EL CANTO DE UN GALLO.
Literalmente.
Giré en la cama y enterré la cabeza bajo mi almohada, intentando dejar de escuchar al gallo. No funcionó.
—¡Afrodita! —mi grito salió ahogado por la almohada—. ¡Apaga eso o juro que te haré comerte el celular!
—Buenos días a ti también —contestó ella entre bostezos.
Sentí que se movía a mi lado y luego el gallo se calló. Me dispuse a volver a dormir, segura de que todavía era muy temprano para la escuela. La noche anterior me había quedado hablando con Dita hasta entrada la madrugada y necesitaba recuperar el sueño perdido.
Ella no pensaba lo mismo que yo. Me arrancó la manta y apartó la almohada de mi cabeza.
Con un quejido, me abracé a mis rodillas, haciéndome una bolita pequeña para conservar el calor.
—¿Qué hora es? —mascullé.
—Las cinco y media.
—No tenemos que salir hasta las ocho.
—No, a las ocho empiezan las clases. Debemos salir veinte minutos antes.
Me sacudió por los hombros, obligándome a finalmente abrir los ojos. Giré para verla; tenía puesto el pañuelo de seda que dejaba en mi casa para cuando se quedaba a dormir—ya que ocurría tan seguido como las noches que pasaba en su propia casa—, una remera gigante que le había robado a mi hermano, y no se veía ni una fracción de lo cansada que yo me sentía aunque ambas habíamos dormido tres horas.
Me sonrió. ¿Cómo podía verse tan despierta a tal hora?
—Tu alarma es un gallo —fue lo que se me ocurrió decir.
—¿Efectivo, no? Y me hace sentir como si estuviera en el campo. —Me dio unos golpes en la frente—. Levántate.
—Cinco de la mañana, imbécil.—Bostezando ruidosamente, estiré todo mi cuerpo para intentar despertarlo—. No recuerdo haberme despertado tan temprano en toda la vida.
—Y así es como llegas tarde.
Se levantó y, luego de tomar su uniforme de la silla donde lo había dejado a la noche, avisó que iría al baño. Me volví a tapar para dormir.
Me desperté abruptamente cuando sentí que algo frío me caía en la cara. Abrí los ojos de golpe.
Dita me había tirado un vaso con agua helada para despertarme.
—Nunca más te quedarás a dormir un día de escuela —dije, pero estaba demasiado cansada para actuar como si fuera en serio.
—Te volviste a dormir —me recriminó con los brazos en jarra. Ya estaba vestida y peinada.
—Aún tenemos tiempo.
—Ve a bañarte ahora antes de que se despierten los chicos. Y te juro que si se hace tarde me voy sola.
Tardé unos cuantos minutos más en juntar la fuerza para levantarme. Recogí mi uniforme del suelo con ganas de sentarme a dormir allí mismo, pero le creía a Dita que se iría sin mí. Crucé al baño y comencé mi rutina con los ojos medio cerrados.
Unos veinte minutos después estaba sentada en la cocina junto a Dita y un recién despierto Hunter, los tres abrazando nuestras tazas de café sin hablar. Poco a poco, la cafeína y la ducha fueron suficientes para despertarme.
—¿Y Julian? —preguntó Dita, la única que parecía viva de verdad.
Siempre la había odiado un poco por ser una persona mañanera con tanta facilidad, mientras que a mí se me hacía imposible despertarme naturalmente antes de las tres de la tarde—sin exagerar.
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El Manuscrito (#1)
Teen Fiction/PRIMER LIBRO/ COMPLETO ¿Cuál es el colmo de una escritora de romance? No saber qué es el amor. Olivia Stacey está decidida a aprender. El abandono de su padre y el deber cuidar de su deprimida madre ponen en marcha su resolución. Necesita crear un...