Capítulo 25.

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HABÍA VALIDO LA PENA.

Dormir dos horas, estudiar por primera vez en mi vida, mi futuro castigo; todo había valido la pena, porque había aprobado mi examen.

El profesor lo había corregido apenas entregarlo, levantándome un peso enorme de mis hombros al escribir un gigante 9 en mi hoja. Al verla hasta había soltado un grito, pero ni la vergüenza porque una clase entera me oyera disipó mi felicidad. No sabía si había desaprobado otros exámenes y no importaba. Mi esfuerzo había valido la pena. Me había demostrado a mí misma que quizás no era tan estúpida.

A la salida de la escuela, seguía estando tan feliz que podría haber competido con Dita y ganar. Ella, a mi lado, me despidió con la mano y una sonrisa gigante al divisar a Tristan entre la marea de estudiantes que se juntaban a conversar en las escaleras.

Estaba por irme por mi lado cuando Quinn se puso frente a mí con la rapidez de la luz, como si hubiera estado esperando el momento justo para interceptarme.

—Liv, espera —pidió, encerrando mi muñeca con una mano por un momento—. ¿Puedo hablar contigo un segundo?

Pasé la mirada por nuestro alrededor hasta encontrar lo que estaba buscando. A donde iba Quinn, Noah seguía, y viceversa. En este momento, él estaba unos peldaños más abajo de espaldas a nosotras. Su cabello y largo abrigo eran inconfundibles.

—¿Por qué? —Volví la vista a Quinn.

—¿Pasó algo con Noah? —soltó sin más.

—¿Qué? No. ¿Por qué lo dices?

Lo que menos quería era pensar en Noah, y en que ya no podía hacerlo.

—Siempre está de mal humor, ya sabes. Pero solo cuando ustedes están en sus días de ignorarse se pone tan mal como hoy. Es insoportable, en serio. —Se puso una mano en la cintura, mirándome de arriba a abajo—. ¿Nada pasó, entonces?

—Nada de nada. Absolutamente nada. —Asentí con la cabeza para enfatizar mis palabras.

Nada, ese era el problema. Ya nada pasaría con Noah.

—Es que él no me quiere contar y...

El sonido de mi celular la interrumpió. Lo tomé de mi mochila y, al ver el nombre de mi abuela en la pantalla, mi corazón dio un vuelco. Quinn, notando mi expresión, me hizo un gesto para que atendiera a la vez que se alejaba un poco.

—¿Ha pasado algo? —pregunté apenas atendí.

—Hola, Livi. —Esta vez sí era mi abuela, no Hunter—. ¿Sigues en la escuela?

—¿Por qué?

Pasaron unos segundos donde se quedó en silencio. Su tono había sonado algo preocupado, aunque siempre era así. No sabía si estaba leyendo entre líneas en una situación que no era más que un conjunto de palabras, pero presentía que algo no iba bien.

Pasé una mano por mi rostro para intentar despejarme, mi pulso acelerándose sin importar las órdenes que le enviaba.

—¿Puedes quedarte en casa de Afrodita esta noche? —habló al fin.

—¿Por qué? —repetí en apenas un ronco susurro.

Noah eligió ese momento para cansarse de esperar más abajo y subió los escalones que nos separaban. Por suerte, apenas me dirigió un vistazo antes de ponerse frente a Quinn, hablándole en voz baja. Cerré los ojos con fuerza, apretando mi celular contra mi oreja como si así pudiera apurar a mi abuela.

—Tu madre... No es algo que deberías ver, Livi. Pregúntale a tu amiga si te puedes quedar en su casa hoy, ¿sí? Ya hablaremos mañana.

Con esa facilidad, cortó la llamada.

El Manuscrito (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora