Capítulo 10.

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NOAH:

—¿Puedo decir lo mala idea que me parece esto? —pregunté por quinta vez en la noche.

—No. Ya casi llegamos —respondió Quinn.

Me recliné contra el asiento y cerré los ojos. No acostumbraba a ser parte de las malas ideas de Quinn, pero necesitaba salir de mi casa con urgencia y su plan era el único que tenía para lograrlo.

Ir a la ciudad cuando su padre se lo prohibía era malo. Ir a una discoteca en la ciudad sólo porque su ex la había invitado era peor. ¿Que yo estuviera allí? Una pesadilla.

Iría para cuidarla y para escapar de casa, me repetí para alentarme. Nada podía salir muy mal si el padre de Quinn no se enteraba—algo fácil de lograr. Sus padres no le prestaban mucha atención.

Volví a abrir los ojos cuando sentí que aparcaba y unos minutos después estuvimos dentro de la discoteca, donde nos dejaron pasar gracias a nuestras identificaciones falsas—con la de Quinn cambiando su nombre por completo, por supuesto.

La seguí por el borde de la pista hasta una sala que había detrás de un escenario. Parpadeé con fuerza ante el cambio de iluminación; las luces intermitentes que mareaban reemplazadas por una simple luz blanca allí. La sala no era mucha cosa; un par de sofás a un costado, una mesa con vasos al otro lado. Fue la gente allí dentro la que me llamó la atención.

Quinn fue a saludar a Helena, su ex, y yo me quedé a un costado de la puerta. Al lado de la chica de cabello rosa, que abrazaba a Quinn como si se alegrara de verla, había un chico con cabello azul que no reconocía. Acostado en el sofá en frente estaba Hunter Stacey. Pensé que estaba durmiendo, pero al escuchar a Quinn se estiró en el lugar y se acercó para introducirse. La recorrió con la vista de arriba a abajo con un brillo inconfundible. Buena suerte con eso.

Quinn gritó mi nombre, causando que todos voltearon a verme. Me separé de la pared, resignado a que ya no podría esconderme, y me acerqué a ellos para saludar. Sólo conocía a Hunter Stacey, un chico alegre, abierto y que gritaba arrogancia por los poros. Era todo lo contrario a su hermana, algo que agradecía.

—Noah Tanner —dijo con una sonrisa—, tanto tiempo.

—Oh, ¿se conocen? —preguntó Quinn.

Ella no sabía de mi corta aventura con las drogas el año anterior, y pretendía mantenerlo así.

—De pasada —me apuré a decir antes que Hunter lo arruinara—. Es el hermano de mi pareja en la competencia.

Hunter alzó una ceja, sabiendo perfectamente que nunca nos habíamos visto gracias a su insufrible hermana, pero no me corrigió.

Helena cambió el tema al esperado reencuentro entre ella y Quinn. Me mantuve fuera de la conversación, encontrando más interesante la pared que hablar con ellos. Volví a conectar cuando Quinn se despidió con la excusa de ir a buscar bebidas y la seguí de inmediato.

—Podrías hacer un intento —me recriminó.

—No.

Tomó mi mano, clavando con fuerza sus uñas en mi palma. El camino al bar fue un poco más complicado; parecía que las personas bailando crecían del suelo cada segundo, y para cuando al fin llegamos a la barra tenía marcas rojas en la palma. Ordené un gin tonic para Quinn y un refresco para mí—odiaba la pérdida de control que conllevaba el alcohol.

—Ve a bailar o algo —dijo Quinn después de unos sorbos desesperados a su bebida—. Me deprimes así.

—No te quiero dejar sola.

El Manuscrito (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora