Capítulo 21.

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ESTABA METIDA EN EL JODIDO DESASTRE MÁS DESASTROSO DE MI VIDA.

Del tipo que la única manera de solucionarlo era fingir mi muerte, cambiar mi identidad y mudarme a una isla desierta.

Viernes por la noche. Había evitado a Noah como la peste, casi con tanto esfuerzo como a Julian. Mi semana se convirtió incluso en aquella de corretear por los pasillos de la escuela con la cabeza baja, rogando no chocarme ni con Quinn, ni con Noah, ni siquiera con Heather. Llegaba a mi casa con miedo de que Julian estuviera allí con un dedo acusador. El miércoles fue cuando me cansé de tener miedo de que él me mandara un mensaje y acabé apagando mi celular por el resto de la semana. Si no lo veía, no existía.

Julian. ¿Se suponía que le tenía que decir que Noah me había besado? ¿Que el lunes había empezado, sin quererlo, algún tipo de juego con él que ninguna persona con pareja debía hacer? No lo había besado otra vez. Sólo una. Sólo unos segundos. Pero la culpa que sentía por haber deseado con todas mis fuerzas besarlo el lunes incluso cuando le decía que no lo hiciera era demasiada.

—A ver si lo entiendo —dijo Dita lentamente—. Le dijiste que eres de Julian. Suya. Tú, Olivia Stacey, pronunciaste esas palabras.

Asentí con una mueca de dolor. Era la primera vez que le contaba exactamente qué había pasado entre Noah y yo el lunes. Cuando había mentido y dicho que Julian sabía. Que era de Julian, así que no importaba si me besaba; él era insignificante. Al decirlo, había tenido que contener las ganas de vomitar. Iba contra todos mis principios decir que era de alguien, como si fuera una posesión, y odiaba cuando se decían esas palabras románticamente. Era una suerte que Julian, dentro de todos sus delirios, no hubiera incluido esa asquerosidad también. Yo no era de nadie. Sin embargo, supuse que para que Noah me entendiera tenía que hablar el idioma de los hombres y actuar como si una mujer realmente pudiera ser un objeto que le pertenecía a su pareja. Habría sido una idea genial si no fuera porque a Noah le importó una mierda.

Dita se llevó dos dedos a la boca y pretendió tener arcadas.

—Tiempos desesperados requieren medidas desesperadas. —Con un suspiro, me recosté en mi cama.

—Pero no ha funcionado.

—No. Estoy segura de que tiene un plan con Heather.

Ladeé la cabeza para poder verla. Estaba sentada a mi lado, con el ceño ligeramente fruncido, al igual que sus labios. A pesar de ello, por primera vez en semanas se veía relajada gracias al fin de la época de exámenes. Mientras que ella podía descansar y esperar sus resultados en paz, mi estrés sólo iba en aumento. Mi vida dependía de esas notas y la situación fuera de la escuela no ayudaba a sentirme mejor. Porque claro que Noah decidiría besarme un día antes del cumpleaños de Heather, un día antes del doloroso recordatorio de todo lo que ella había ganado y yo perdido ese año. Era como si mi mente fuera una casa de paja y Heather y Noah los lobos que llegaban a soplar y soplar. Era imposible no pensar que se habían organizado para hacerlo.

—No lo sé... Parecía confundido cuando se lo mencioné.

También lo había parecido conmigo, pero eso no significaba nada. Sabía que era un buen mentiroso.

—Espera, ¿qué? —Parpadeé rápidamente al registrar sus palabras del todo—. ¿Cuándo se lo mencionaste?

—Ah... Ah, bueno. Ya sabes... —Soltó una risa nerviosa.

Entrecerré tanto los ojos que casi no podía ver.

—¡Afrodita Cavalcanti! —casi chillé. Me pateó una rodilla al decir su nombre entero—. ¿Qué has hecho?

El Manuscrito (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora