#12

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Diego se encontraba sentado en una camilla de urgencias mientras Camille estaba sentada en una silla junto a la camilla en la que estaba su amigo, tomando una botella de agua.

Ya le habían revisado la herida a Diego y se la habían limpiado, estaban a la espera de que el médico encontrara algunas cosas para comenzar a suturar.

Él aprovechó que era un buen amigo del jefe del departamento de cirugía plástica en ese hospital y era un muy buen cirujano, así que lo llamó y le pidió que fuera a verlo para que le curara y suturara la herida. No estaba dispuesto a que un residente le suturara la herida y le dejara una cicatriz.

—Diego, dejá la cara de susto, te vas a desmayar.—Camille rió por lo bajo al ver al hombre casi desvanecerse cuando el cirujano se acercó con una jeringa a su hombro.

—¿Qué es esa chimbada, Felipe?—rápidamente Diego quitó el hombro.

—Hombre, dejáte atender. Es anestesia, donde te cosa esa herida sin esto, te pongo a ver el diablo.—el doctor dejó a un lado la jeringa y se puso unos guantes para volver a agarrar la jeringa.

—En qué momento dije que sí venía. Te odio.—se quejó Diego hacia Camille.

—Mejor dale las gracias, se te habría podido infectar.—el cirujano destapó la jeringa y la acercó al hombro de su amigo—Relajáte que tensionado duele más, y partís la aguja.—ordenó y Diego intentó relajar los músculos—Una, dos, y tres.—clavó la aguja en un costado de la herida y comenzó a aplicarle el anestésico local.

—Camille, en la vida te vuelvo a hacer caso.—el mayor gimió de dolor cuando la aguja salió.

—Machito, Diego, dejá de llorar.—la rubia se burló, sabía que a él le estaba doliendo pero no pudo evitar reírse, parecía un niño.

El médico tomó la aguja y el hilo y comenzó a suturar la herida con sumo cuidado.

La chica estaba a punto de romper en carcajadas gracias a las caras que hacía el mánager cuando la aguja le atravesaba la piel, así que volteó a ver al frente, en donde había una niña de unos siete años con la que al parecer era su mamá, quien parecía bastante angustiada.

—¡Papi!—gritó la pequeña con emoción.

—Mi amor, ¿Estás bien?—el hombre corrió hacia la niña y la abrazó con cuidado.

El papá de la niña se quitó las gafas que tenía puestas y se bajó la capucha, dejando a la vista su cara y su pelo. Camille se ahogó con el agua cuando vió que era Charly.

La niña le dijo al pelinegro un par de cosas que la rubia no pudo escuchar y él le besó la cabecita para luego empezar a hablar con la mujer que acompañaba a la pequeña. Pudo ver cómo Charly era un manojo de nervios y empezó a llorar.

La niña llamó a Charly y señaló en la dirección de Diego y Camille cuando ya había obtenido su atención. El ojiazul volteó hacia donde la pequeña rubia señalaba y se tensionó al hacer contacto visual con Camille, quien le sonrió sin gracia.

Sabía perfectamente que ella había visto todo y ahora sabía parte de su secreto más preciado, del que nada más Diego era conocedor.

Trató de voltearse y taparse nuevamente aunque era inútil. Se sentó en la camilla en la que se encontraba la pequeña dándoles la espalda a sus amigos y se puso a hacer juegos de manos con la niña.

Después de unos minutos, un médico entró a urgencias con una cofia en la mano. Según la experiencia de Camille con Grey's Anatomy, era un cirujano.

—Familiares de Mauricio Cruz.—llamó el doctor que acababa de entrar.

—¡Acá!—Charly se levantó de la camilla dando un brinco y se limpió las lágrimas con el dorso de la mano.

Texting Charly FlowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora