—Cha...rly.—Diego entró en la oficina del pelinegro, para tratar de hablar sobre una posible solución al escándalo que se venía—¡Ey, ey, ey! ¿Qué hacés, ome? ¿Te volviste loco?—corrió hasta él y lo sujetó por la espalda, dejándole los brazos inmóviles con los suyos.
Lo encontró pegándole con furia a la pared, al punto de que había dejado el muro blanco con una enorme mancha de sangre. Le sangraban los nudillos, y podía sentirlos latir en su mano a causa del enorme dolor.
El ojiverde pudo sentir el olor a alcohol que desprendía, además de fijarse en las múltiples piezas de cristal roto esparcidas por el suelo.
—¡No me toqués!—Charly trató de soltarse, aunque Diego tan sólo apretó más fuerte su abrazo, sabía que si lo soltaba se seguiría haciendo daño.
—Miráte como estás. Mirá como tenés la oficina. Mirá como te quedó la mano, a ver si no te fracturaste los metacarpianos o las falanges, güevón. ¡Calmáte!—trató de hacerlo entrar en razón.
Por mucho que se estuvieran odiando en ese momento, Diego no iba a dejar que algo le pasara al pelinegro. Y Charly tampoco dejaría que algo le pasara a su mánager, aunque lo negara.
Llevaban casi diecinueve años cuidándose mutuamente, y ahora no iba a ser la excepción.
—¡Soltáme, Diego!—gritó Charly comenzando a llorar por lo tomado que estaba, removiéndose con desespero entre los brazos del mayor, que apretaban cada vez más fuerte para que el ojiazul no pudiera salir de ellos.
—Te suelto, pero si te calmás. Y no me vayás a pegar, que así como tenés las manos, te va a doler más a vos que a mí.—condicionó el más alto, y cuando el menor asintió con la cabeza y se relajó, lo soltó poco a poco—¿Estás así porque te pillaron en la mentira, o por otra cosa?
Charly no le contestó. Se volteó y por un segundo se paró a mirarse las manos. Una estaba terrible, aunque la otra no tanto.
Quedó horrorizado al ver lo que él mismo se había hecho, y le dolía un montón.
—¿A vos qué te pasó en la cara?—le preguntó al ver el gran enrojecimiento al rededor de su ojo y sangre seca bajo su nariz.
—Erik me pegó. Estaba todo emputado.
—¿Qué le pasa a Erik? No te puede pegar cada que se enoje con vos, sos el papá.
Charly estaba bastante nervioso así que Diego, con precaución de no hacer movimientos bruscos, le tomó la cara para apreciar mejor el golpe.
—No me importa que me haya pegado. ¡Me odia, Diego! Está furioso, Vanesa y mi mamá también y Yeimy no me cacheteó de puro milagro.—el ojiazul sollozó, arrastrando un poco las palabras, y quitó su rostro de las manos del mayor.
—Los dos sabíamos que esto iba a pasar desde el momento en que vos me contaste y decidimos que no le dijeras nada a nadie. Yo sé que esto te jode, pero no van a estar enojados toda la vida, no te podés destruir así, Charly. Erik no te odia, sólo está bravo.
—¿No me odia? ¿Sabés qué me dijo? Que nunca me iba a perdonar haberle escondido esto y que esperaba que los niños tampoco me perdonaran por haberlos escondido. Textualmente me dijo que me odiaba.—sollozó repetidas veces al decir esto, sintiendo una presión en el pecho.
—Vos te enojás y decís cosas de las que después te arrepentís. Eso mismo le pasa a él, después vuelve y te pide perdón. Erik te adora, Charly.
Llevaban media vida juntos y Diego jamás lo había visto hacerse daño cuando tenía un problema. Solía beber, pero nunca se autolesionó, y mucho menos de una manera tan brutal.
ESTÁS LEYENDO
Texting Charly Flow
Fanfiction╰► En donde Charly encuentra un número desconocido entre sus contactos, decide escribirle, y al convertirse en mejor amigo de la persona a la que por curiosidad le escribió, se enamora de ella. Los personajes de "La Reina Del Flow" no me pertenecen...