#13

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Habían pasado tres días, Charly y Camille no habían hablado y lo único que ella sabía de él y sus hijos era lo que Diego le había contado. Se había vuelto bastante unida a él en esos pocos días, es como si jamás hubieran dejado de verse por tantos años.

La rubia se encontraba haciendo un balance para una junta cuando recibió una llamada entrante de Charly. Dudó en contestar, pero finalmente atendió, el enojo ya se le había pasado.

—¿Char?

—Cami, princesa, te necesito.—habló con la voz rota y débil, se estaba ahogando en llanto—¿Estás ocupada?

—No, no estoy haciendo nada.—mintió—¿Qué pasó? ¿Por qué llorás?—inquiró alarmada.

—Mau...—dijo algo que Camille no logró entender, los sollozos no lo dejaban hablar.

—Ey, respirá y contá hasta diez. Tratá de calmarte, que no te entiendo nada. ¿Qué pasó con el niño?

Cruz obedeció y se tomó algunos segundos para respirar.

—El hígado le volvió a sangrar, está en cirugía otra vez.—respondió Charly con la voz en un hilo—Está muy mal.—ahogó un sollozo.

Camille suspiró con pesadez.

—¿Dónde estás, Charly?

—En sala de espera, en la clínica... ¿Podés venir, por favor? Me siento solo, necesito a alguien.—tomó aire—Te necesito a vos.—rogó, y su voz se quebró de nuevo.

—No te movás, voy para allá.—rápidamente, guardó en el computador lo que estaba haciendo y se paró del escritorio.

—Te quiero.—se sorbió la nariz para poder respirar.

—Yo más, rey.—sonrió aún sabiendo que él no podía verla.

No sabía porqué lo había llamado así, sólo le salió hacerlo.

Charly colgó la llamada y se puso a esperar a Camille con la mirada puesta en un punto fijo mientras sus ojos derramaban lágrimas.

La chica agarró sus cosas y salió de su oficina. Lo más rápido que pudo consiguió un taxi, que la llevó al hospital en menos de veinte minutos. Una vez ahí, buscó a su amigo y lo encontró sentado, con los codos apoyados en sus rodillas y la cara entre las manos. Estaba llorando.

—Charly.—lo llamó y corrió hacia él.

El pelinegro alzó la mirada y con esfuerzo se levantó para abrazar a Camille.

—Gracias por venir.—escondió su cara en el cuello de la rubia y siguió llorando, aferrándola a él con la poca fuerza que le quedaba. A duras penas podía mantenerse en pie.

—No te iba a dejar solo.—comenzó a acariciar la espalda del cantante, en un intento de tranquilizarlo—¿No te han dicho nada los médicos?

—No. Me estoy enloqueciendo. Yo no quiero que mi hijo se muera.—respondió sin moverse.

—No digás bobadas, no se va a morir. No lo conozco, pero seguramente es muy fuerte. Va a salir de esta, tranquilo.—le dió un pequeño beso en la nuca al ojiazul y tomó la cara de éste entre sus manos.

Se asustó un poco cuando lo vió con más detenimiento. Llevaba la misma ropa que tenía el día del accidente, estaba pálido, tembloroso, tenía la nariz y los ojos completamente rojos de tanto llorar, sus labios estaban secos, las ojeras hacían más que obvio el hecho de que llevaba días sin dormir, además de que no tenía fuerza y con suerte mantenía los ojos medio abiertos, sin mencionar que olía horrible.

Texting Charly FlowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora